Santa María Crocifissa Di Rosa
La vocación a la santidad fue clara ya desde la primera infancia en la fundadora de las Siervas de la Caridad, santa María Crocifissa Di Rosa (1813-1855), sexta de nueve hijos nacidos en Brescia de padres nobles y devotos, que la bautizaron como Paola Francesca Maria.
San Juan de la Cruz
Reconocido como "el más santo de los poetas y el más poeta de los santos" (como lo llamaba el poeta español Antonio Machado) y llamado Doctor Mysticus, san Juan de la Cruz (1542-1591) no sólo nos transmitió una doctrina mística iluminadora en la que nos presenta un camino seguro de santidad, sino que al mismo tiempo fue un hombre muy concreto, que apoyó a santa Teresa de Ávila en la reforma del Carmelo.
Santa Lucía
Modelo de pura fidelidad a Cristo hasta su glorioso martirio, santa Lucía († 13 de diciembre de 304) es una de las figuras más queridas de la piedad cristiana, ejemplo para los fieles en su camino hacia Dios y fuente de inspiración para artistas y escritores, especialmente para Dante, que sanó después de haber pedido su intercesión y la celebró en la Divina Comedia como "enemiga de todo corazón cruel" y guía segura.
Nuestra Señora de Guadalupe
La devoción a Nuestra Señora de Guadalupe nació de las apariciones de 1531 al indio Juan Diego Cuauhtlatoatzin, de las cuales queda un signo tangible en la imagen milagrosa de la Santísima Virgen, sometida a diversos análisis científicos y que todavía se conserva en el santuario dedicado a ella.
San Dámaso I
El pontificado de san Dámaso I (304-384) estuvo lleno de acontecimientos. Ascendió al trono petrino en el año 366 y gobernó la Iglesia en una fase en la que las herejías se abatieron sobre la Divina Trinidad, contra las que luchó enérgicamente con la ayuda, entre otros, de san Jerónimo, que durante algún tiempo tuvo como secretario y al que encargó traducir la Biblia al latín.
Beata Virgen María de Loreto
Hoy recordamos la traslación de la Santa Casa de Nazaret que el 10 de diciembre de 1294 fue llevada por ángeles en el territorio de Le Marche (Italia), entonces parte del Estado Pontificio. No fue la primera traslación milagrosa ni sería la última, por lo que vale la pena mencionar el contexto histórico en el que esto ocurrió.
San Juan Diego Cuauhtlatoatzin
El sábado 9 de diciembre de 1531 por la mañana, la Santísima Virgen se apareció al campesino Juan Diego Cuauhtlatoatzin (1474-1548) en el cerro del Tepeyac, cerca de la Ciudad de México, presentándose como "la perfecta Virgen María, Madre del Dios verdadero y único".
Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María
Signo de esperanza segura para todos los fieles, con la solemnidad de la Inmaculada Concepción la Iglesia recuerda que la Santísima Virgen María fue preservada del pecado original desde el momento de su concepción.
San Ambrosio
"¡Ambrosius episcopus!”. Quién sabe cuán diferente habría sido la historia de Milán y de su diócesis, descrita durante siglos con el adjetivo "ambrosiana", así como la de toda la Iglesia, sin la voz de aquel niño que en el año 374 gritó el nombre del entonces prefecto Ambrosio (340-397), al que siguió inmediatamente la aclamación de los fieles reunidos en la iglesia.
San Nicolás de Bari
Es difícil decir si era mayor la fama de santidad de la que ya gozaba en vida o el culto post mortem ligado a los numerosos milagros y ejemplos de caridad narrados en las hagiografías y representados en los iconos, que lo hicieron muy popular en todo el mundo cristiano y especialmente en la Baja Edad Media, cuando también fue mencionado por Dante en la Divina Comedia
San Sabas de Capadocia
Sabas el Santificado o san Sabas de Capadocia (439-532), uno de los Padres del desierto, desempeñó un papel importante en la difusión del monaquismo oriental
San Juan Damasceno
Ha sido definido como "Santo Tomás de Oriente", autor de sublimes páginas sobre la Santísima Virgen y capaz de refutar la entonces extendida iconoclasia, defendiendo el culto a las imágenes sagradas con una teología profunda que se basa en el fundamento de la fe cristiana: la Encarnación.