San Marcos de Aretusa
Fue encarcelado y torturado. Sus perseguidores se quedaron asombrados de la entereza con la que soportó su calvario, lo que le valió el título de «confesor de la fe».


San Esteban Harding
En 1108 se convirtió en el tercer abad de Citeaux. Dedicó los 25 años que estuvo al frente de la abadía a la reforma de los libros litúrgicos, para adherirse más fielmente al espíritu benedictino. También trabajó en una escrupulosa revisión de la Vulgata.


San Ruperto de Salzburgo
Desarrolló una parte importante de su apostolado en las tierras habitadas por los antepasados de los austríacos y bávaros.


San Ludgero
Era aún un niño cuando, en el año 753, vio al gran evangelizador de Alemania, san Bonifacio, que fue martirizado el 5 de junio del año siguiente en Dokkum, en Frisia, junto a otros 52 compañeros. Ese encuentro con Bonifacio y la noticia de su martirio le causaron una honda impresión...


Anunciación del Señor
“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. El saludo del arcángel Gabriel a María resume de manera única el misterio de la Anunciación, el acontecimiento central en la historia del hombre que revela todo el amor de Dios por su criatura, llamada a cooperar en su plan de salvación.


Santa Catalina de Suecia
Cuarta de los ocho hijos de santa Brígida, la gran mística sueca y copatrona de Europa, santa Catalina de Suecia compartió la misma tensión a las virtudes cristianas que iluminó toda la vida de su madre.


San Toribio de Mogrovejo
Veinticinco años de ministerio episcopal en el Nuevo Mundo, miles de kilómetros recorridos casi siempre a pie para anunciar a Cristo a los indígenas de Perú (y no sólo), donde aún se recogen los frutos de su ilimitada caridad.


Santa Lea de Roma
Fue una viuda romana que abandonó sus riquezas para seguir a Cristo y merecer el Paraíso a través de la oración, la penitencia y la maternidad espiritual de varias vírgenes.


San Nicolás de Flüe
Campesino, soldado, ermitaño, místico, salvador y patrono de Suiza. Los suizos lo llaman Bruder Klaus, «hermano Nicolás» y, ciertamente, nadie mejor que ellos conoce en el mundo la influencia que este santo ha tenido en la historia del país helvético.


San Juan Nepomuceno
Mártir por la libertad de la Iglesia y patrono de los confesores, una «figura grandiosa» que «es de ejemplo y tiene dones para todos» (Juan Pablo II).


San José
El Evangelio no le atribuye directamente ninguna palabra; sin embargo, su silencio y todas las circunstancias en las que se habla de él tienen un peso específico de gran magnitud.


San Cirilo de Jerusalén
Doctor de la Iglesia, participó en la disputa teológica sobre la herejía arriana y nos ha dejado páginas muy hermosas sobre la preparación de los catecúmenos al bautismo y la presencia real de Cristo en la Eucaristía.

