San Alejandro de Alejandría
Se recuerda a san Alejandro especialmente por el gran papel que tuvo en su oposición al hereje Arrio. Fue, además, guía de un campeón de la ortodoxia como san Atanasio
Se recuerda a san Alejandro de Alejandría (c. 250-326/328) especialmente por el gran papel que tuvo en su oposición al hereje Arrio, primero en la ciudad egipcia y más tarde en el Concilio de Nicea. Fue, además, guía de un campeón de la ortodoxia como san Atanasio (c. 295-373), que se convirtió en su secretario y que, a su muerte, le sucedió como patriarca de Alejandría. Alejandro había sido elegido para guiar la importante sede patriarcal en el año 313, cuando su principal oponente era precisamente Arrio, al que se le había asignado anteriormente la iglesia más antigua de Alejandría y que, gracias a su posición, había conseguido tener numerosos seguidores.
El conflicto entre los dos se puso de manifiesto cuando Alejandro predicó en un sermón la doctrina sobre Dios Uno y Trino, que Arrio -negando la divinidad de Cristo- se negaba a reconocer. El hereje llegó a atacar al santo, acusándole de haber caído en los errores del sabelianismo: consiguió así desviar a varios clérigos. Alejandro convocó dos asambleas de diáconos y presbíteros, sin conseguir eliminar el arrianismo. En el año 320 convocó un sínodo en el que 36 sacerdotes y 44 diáconos, entre ellos Atanasio, firmaron un documento para condenar la herejía. Pero Arrio insistió en proclamar sus errores, haciendo real el peligro de crear un cisma. Sus ideas fueron puestas bajo anatema durante el concilio de toda la Iglesia egipcia, convocado al año siguiente por el propio Alejandro. Arrio abandonó Egipto, pero el apoyo de Eusebio de Nicomedia, cercano a la corte imperial de Oriente, le permitió difundir la herejía. Mientras tanto, sus seguidores en Alejandría empezaron a llevar a cabo una serie de acciones violentas.
Alejandro entonces escribió una carta dirigida a todos los obispos de la cristiandad para informarles de la difusión del movimiento arriano y sus peligros. Después, siguiendo el consejo de Atanasio, preparó una profesión de fe firmada por casi 250 pastores orientales. Mientras tanto, se mantenía en contacto epistolar con el papa Silvestre y san Macario de Jerusalén. La disputa sobre el arrianismo llegó a ser tan seria que Constantino, si bien no comprendía el alcance teológico de la cuestión, decidió ocuparse de ella. El emperador escribió una carta a Arrio y Atanasio y, después, convocó en Nicea, en el año 325, el primer concilio ecuménico de la historia. Alejandro participó con un grupo que incluía a Atanasio, que actuó como su portavoz. En el concilio se ratificó y difundió a toda la Iglesia la condena del arrianismo y se formuló el símbolo niceno.
Los padres conciliares sostuvieron a Alejandro también en la controversia meleciana, generada por Melecio de Nicópolis, que había ordenado ilegítimamente a miembros del clero fuera de su diócesis. El santo murió poco tiempo después de ese concilio fundamental para la recta doctrina sobre la Santísima Trinidad, que él defendió incansablemente durante todo su ministerio.