Santa Catalina de Alejandría
Es una de las mártires más representadas. Estuvo «llena de ingenio, sabiduría y fuerza de ánimo» (Martirologio Romano).
Es una de las mártires más representadas desde la Alta Edad Media y honrada con la dedicación de muchísimas iglesias. Santa Catalina de Alejandría (c. 287-305) vivió en uno de los centros culturales y religiosos más importantes de la antigüedad y estuvo «llena de ingenio, sabiduría y fuerza de ánimo», como recuerda el Martirologio Romano.
La fuente escrita más antigua conocida sobre su martirio se remonta al siglo VI, a la que siguieron otros textos hagiográficos como la Legenda aurea del beato Santiago de la Vorágine. La tradición refiere que Catalina era una joven de gran belleza e inteligencia, muy docta en filosofía y religión. Aún adolescente, recibió el don del matrimonio místico con Jesús.
Las circunstancias de su martirio están unidos a una visita que hizo a Alejandría de Egipto el emperador Maximino Daya, nombrado César para Oriente en el año 305 durante la tetrarquía (no se puede excluir la hipótesis de Santiago de la Vorágine, que hace referencia a Majencio, el cual gobernó África a partir del 306). Maximino ordenó que todos los súbditos hicieran sacrificios a los dioses paganos. Catalina se presentó en el palacio del emperador y lo invitó a reconocer a Cristo como Redentor, negándose a hacer sacrificios a falsos dioses. Para rebatir la elocuencia de la joven y demostrarle que Dios no podía acabar crucificado («escándalo para los judíos, locura para los paganos», escribió san Pablo), Maximino convocó a filósofos y retóricos. Pero Catalina los convirtió a todos, suscitando la ira del emperador, que hizo que los quemaran vivos. Al mismo tiempo, le pidió varias veces que se casara con él, diciéndole que repudiaría a su mujer.
Catalina rechazó la propuesta del emperador, confirmando su consagración a Cristo. Fue encarcelada y torturada con la rueda dentada (su atributo iconográfico habitual). Al final fue decapitada. Entre los muchos prodigios relatados por las hagiografías está el del traslado de sus restos, por ángeles, a la península del Sinaí, a la cima conocida actualmente como Monte Catalina. En sus laderas Justiniano I (482-565) fundó el famoso monasterio, que fue dedicado a la santa cuando, en el siglo IX, algunos monjes hallaron su cuerpo.
Además de los múltiples testimonios sobre la antigüedad de su culto, hay que recordar que la virgen y mártir egipcia era muy amada por otras santas como la mística española Catalina Tomás (1531-1574), Ángela Merici (1474-1540) y Juana de Arco (1412-1431). Esta última afirmó haber tenido -a partir de los 13 años- locuciones y visiones de santa Margarita de Antioquía, san Miguel Arcángel y santa Catalina de Alejandría, que aconsejó a la futura patrona de Francia también durante su proceso.
Otra gran mística devota de Catalina de Alejandría es santa Matilde de Hackeborn (c. 1240-1298), que tuvo una aparición de la antigua mártir en el día de su fiesta: se le apareció «envuelta en un manto cubierto de ruedas de oro…», se lee en el Libro de la Gracia especial, basado en las revelaciones de Matilde. La religiosa alemana mantuvo con Catalina un diálogo sobre el significado de un canto en su honor, sobre su matrimonio místico con Jesús y la Eucaristía. Catalina, por su parte, respondió así a una pregunta de Matilde: «[…] Mi belleza es ese esplendor y esa dignidad que Cristo difunde sobre sus fieles, adornándolos con la valiosa púrpura de su Sangre. Ahora bien, debes saber que este esplendor se renueva y aumenta con cada Santa Comunión; quien comulga una vez duplica ese esplendor; pero quien comulga cien y mil veces, aumenta en el mismo número la belleza de su alma».
Patrona de: ceramistas, filósofos, molineros, modistas, estudiantes