San Juan Pablo II
«El don más grande que mi Corazón Inmaculado ha obtenido del Corazón de Jesús», dijo la Virgen sobre san Juan Pablo II en una de las apariciones de Civitavecchia. Ese mensaje es una síntesis admirable de la vida de Karol Wojtyla.
«El don más grande que mi Corazón Inmaculado ha obtenido del Corazón de Jesús», dijo la Virgen sobre san Juan Pablo II en una de las apariciones de Civitavecchia. Ese mensaje es una síntesis admirable de la vida de Karol Wojtyla (1920-2005) y de sus 26 años y medio de pontificado, marcados por su profunda relación con la Madre celestial.
El lema Totus tuus lo adoptó leyendo a san Luis María de Montfort, junto con la convicción de que la devoción a la Santísima Virgen es la vía más directa para encontrar a Jesús y pertenecerle totalmente. Atribuyó a la protección de la Virgen su salvación del atentado del 13 de mayo de 1981, aniversario de la primera aparición de Fátima. Y el 25 de marzo de 1984 - dejando de lado el texto preparado - le pidió que iluminara «especialmente a los pueblos que tú esperas que te consagremos», refiriéndose a Rusia, que la Virgen había pedido que fuera consagrada a su Corazón Inmaculado para detener la difusión de los errores del comunismo. En la misma ocasión dijo: «De manera especial te confiamos y consagramos aquellos hombres y aquellas naciones, que tienen particular necesidad de esta protección y consagración».
Con la colaboración del cardenal Ratzinger, que puso al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el santo polaco ha dejado en herencia un magisterio riquísimo, confirmando tantas verdades de fe y de moral, y rechazando diferentes pretensiones modernistas que tuvo que afrontar. Defendió y motivó el celibato eclesiástico, confirmó la imposibilidad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, combatió la Teología de la Liberación, reafirmó la inmoralidad de la contracepción, condenó el aborto y la eutanasia como productos de la «cultura de la muerte» (él mismo había nacido gracias a la fortaleza de la madre, que supo resistir a los médicos que le aconsejaban el aborto), exhortando a cada cristiano a afirmar públicamente la inviolabilidad de la vida humana. Consciente de la gravedad del ataque satánico a la naturaleza humana, fundó el Instituto Pontificio de Estudios sobre el Matrimonio y la Familia (que el papa Francisco ha disuelto y refundado sobre bases diferentes según el motu proprio Summa Familiae Cura). Pronunció espléndidas catequesis sobre la «Teología del cuerpo», centradas en el significado de la sexualidad según el designio divino.
Entre los grandes frutos de su pontificado encontramos el Catecismo, cuya publicación promovió, y que definió «referencia segura y auténtica para la enseñanza de la doctrina católica». Además de muchas otras encíclicas sobre temas específicos, todavía es fundamental la Veritatis Splendor. En ella precisó la enseñanza de siempre de la Iglesia sobre la moral, esclareciendo la relación entre verdad y libertad y recordando la existencia de normas morales absolutas, que la conciencia no puede nunca derogar. Tres de los cinco dubia presentados al papa Francisco en 2016 sobre Amoris Laetitia se basan precisamente sobre pasajes claves de la VS, que para los cuatro cardenales autores de la petición de clarificación es necesario subrayar para evitar interpretaciones no católicas de la AL, ya extendidas en algunas diócesis.
En el diálogo con las otras religiones dio pasos significativos hacia los judíos, a los que llamó «hermanos mayores». Pero alertó sobre el deslizamiento hacia la indiferencia religiosa, consciente de que solamente Cristo es el Salvador. Respecto al islam escribió sobre la necesidad de «una relación correcta» y de la necesidad de «ser conscientes de la notable diferencia entre la cultura europea, con profundas raíces cristianas, y el pensamiento musulmán», exhortando a «preparar adecuadamente a los cristianos que viven cotidianamente en contacto con musulmanes para que conozcan el islam de manera objetiva». Invitó a las instituciones a promover la libertad religiosa en Europa y, al mismo tiempo, pidió que se garantizara la reciprocidad en los Países en los que los cristianos son una minoría (cfr. Ecclesia in Europa, 57).
San Juan Pablo II comprendió muy bien los mayores desafíos para la Iglesia de hoy. Vivió como verdadero enamorado de Cristo, tal como manifestó al mundo abrazando la cruz hasta el último aliento terreno, como ya era claro desde la homilía para el comienzo del pontificado: «¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo! Abrid a su potestad salvadora los confines de los Estados, los sistemas económicos y los políticos, los extensos campos de la cultura, de la civilización y del desarrollo. ¡No tengáis miedo! Cristo conoce “lo que hay dentro del hombre”. ¡Sólo El lo conoce!».
Patrono de: Jornadas mundiales de la juventud, familias.
Para saber más:
http://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es.html (encíclicas, mensajes, homilías, etc.)