Beata Virgen María de Loreto
Hoy recordamos la traslación de la Santa Casa de Nazaret que el 10 de diciembre de 1294 fue llevada por ángeles en el territorio de Le Marche (Italia), entonces parte del Estado Pontificio. No fue la primera traslación milagrosa ni sería la última, por lo que vale la pena mencionar el contexto histórico en el que esto ocurrió.
Hoy recordamos la traslación de la Santa Casa de Nazaret que el 10 de diciembre de 1294 fue llevada por ángeles en el territorio de las Marcas (Italia), entonces parte del Estado Pontificio. No fue la primera traslación milagrosa ni sería la última, por lo que vale la pena mencionar el contexto histórico en el que esto ocurrió.
En mayo de 1291 la ciudad de Nazaret y toda Palestina estaban bajo el dominio de los turcos selyúcidas, que suponían una amenaza tanto para los peregrinos como para los lugares santos donde Cristo había vivido, enseñado y sufrido la Pasión por nuestra salvación. Fue entonces cuando, para preservar la Santa Casa donde nació María y donde se encarnó el Verbo de Dios después del fiat pronunciado por la Virgen ante el arcángel Gabriel (Lc 1, 26-38), los ángeles la sacaron de sus cimientos y la trasladaron a Tersatto (Trsat), Dalmacia. Permaneció allí durante tres años y siete meses (“pero no fue honrada en absoluto como le convenía a la Virgen”, leemos en una crónica de 1465 de Pier Giorgio Tolomei, que había tomado la noticia de una vieja “tabula” de principios del siglo XIV), hasta el 10 de diciembre de 1294, cuando la Santa Casa fue colocada por primera vez en tierra del Vicario de Cristo.
Al año siguiente la Santa Casa fue trasladada tres veces más a lugares cercanos, primero por los ladrones que robaban a los fieles y luego porque dos hermanos (los condes Stefano y Simone Rinaldi) habían intentado obtener el título de propiedad de la Santa Casa, que al final los ángeles colocaron en medio de la carretera que va de Recanati a su puerto: y esto, hay que tenerlo en cuenta, obligó a los magistrados de la época a ordenar un desvío de la ruta. En ese lugar, entonces llamado Loreto, se encuentra todavía hoy la Santa Casa después de más de siete siglos, custodiada por una cubierta de mármol dentro de la basílica homónima, construida a partir del siglo XV y que se ha convertido en uno de los santuarios marianos más visitados del mundo, destino de peregrinación de papas, cardenales, reyes, reinas y millones de fieles que han dejado allí regalos y ex voto por las muchas gracias recibidas.
Desde el siglo XIII hasta nuestros días se han realizado numerosos estudios arqueológicos e históricos sobre la Santa Casa tanto en Loreto como en Nazaret, estudios que avalan la sobrenaturalidad de la traslación. Sin embargo, las historias modernas (y modernistas) son completamente inventadas, e incluso se han producido -a partir del siglo XIX- declaraciones falsas que preferían justificar que la traslación había sido realizada por los cruzados o por una supuesta familia “Angeli” o “De Angelis”. Mencionamos brevemente los hechos que confirman la traslación milagrosa.
Entre las investigaciones más recientes se encuentran las del padre Bellarmino Bagatti, uno de los arqueólogos más importantes del siglo XX, Nereo Alfieri, también famoso arqueólogo, y Nanni Monelli, arquitecto e ingeniero. En primer lugar, en su núcleo original, la casa consta de sólo tres paredes porque estaba apoyada en una cueva con la que era un único bloque de vivienda. Las medidas de la casa de Loreto y el grosor de sus paredes corresponden perfectamente a los cimientos que se encuentran en Nazaret, en el lugar que durante trece siglos fue venerado por los fieles como la casa de María. Las piedras de la Santa Casa son típicas de Palestina y trabajadas con una técnica propia de esos lugares, a lo que hay que añadir que en las Marcas no había canteras de piedra y todos los edificios eran de ladrillo, por no hablar de que la ubicación de la puerta y la orientación de toda la casa son anómalas para las costumbres de construcción de la época en la región de las Marcas.
Las piedras de la Santa Casa están soldadas con un mortero típico también de Palestina, consistente en yeso mezclado con polvo de carbón vegetal gracias a una técnica que nunca se ha usado en Italia, y uniforme en todos los puntos: otro hecho que, como explicó el profesor de electroquímica Emanuele Mor, excluye la hipótesis de una retirada y traslación de la casa hecha por hombres, ya que “si hubiera habido una nueva colocación de bloques individuales de piedra, debería haberse notado por la diferencia en la composición química del mortero en cuestión”. En las piedras hay numerosos inscripciones con signos cristológicos (incluida la inscripción en hebreo “Oh, Jesucristo, Hijo de Dios”) similares a los encontrados en Nazaret en los primeros siglos del cristianismo.
Estos y otros detalles convergen hacia la única conclusión plausible, hija de la razón iluminada por la fe: la Santa Casa de Loreto, movida por los ángeles, es la misma que la de Nazaret, donde tuvo lugar el misterio que está en el centro de la historia de la salvación, la Encarnación de Nuestro Señor Jesucristo. Y por la presencia de este signo tangible entre nosotros debemos derramar lágrimas de gratitud: porque -como dijo Juan Pablo II- es “el hogar universal de todos los hijos adoptivos de Dios. La historia de cada hombre, en cierto sentido, pasa por esa casa”.
Para saber más:
Il Miracolo della Santa Casa di Loreto, Federico Catani, Luci sull’Est, 2018