San Pedro Canisio por Ermes Dovico

San Pedro Canisio

León XIII lo nombró segundo apóstol de Alemania después de san Bonifacio y Pío XI lo proclamó Doctor de la Iglesia. Y como recordaba Benedicto XVI, "todavía en la generación de mi padre la gente llamaba al Catecismo simplemente el Canisio".

Santo del día 21_12_2024 Italiano English

La Reforma católica habría carecido de una pieza fundamental sin San Pedro Canisio (1521-1597). Basta pensar que con su Catecismo -más aún, con sus tres catecismos, porque escribió muchos- los fieles alemanes se formaron durante siglos: en Alemania, como recordaba Benedicto XVI, “todavía en la generación de mi padre la gente llamaba al Catecismo simplemente el Canisio”.

El santo era hijo del burgomaestre (cargo similar al del alcalde) de Nimega, una ciudad holandesa que se encontraba en la parte germánica del Sacro Imperio Romano Germánico. De joven, mientras estudiaba en la Universidad de Colonia, conoció a los monjes cartujos del lugar. Durante esos años tuvo un encuentro decisivo con san Pedro Fabro, que había formado parte del núcleo fundador de la Compañía de Jesús y le introdujo en los ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola. Pedro decidió así entrar entre los jesuitas, convirtiéndose en el primer miembro del área germánica.

Debido a su competencias en Teología, el obispo de Augsburgo lo quiso en el Concilio de Trento como consejero en 1547. Al año siguiente, san Ignacio lo envió a Italia para completar su formación espiritual y doctrinal, primero en Roma, posteriormente en el Colegio de Messina y Bolonia, asignándolo finalmente al apostolado en Alemania, centro de propagación de la herejía de Lutero. Canisio fue a ver a Pablo III y oró en la basílica de San Pedro para pedir la intercesión de los dos apóstoles mártires de Roma: “Allí sentí que por medio de estos intercesores [Pedro y Pablo] se me concedía un gran consuelo y la presencia de la gracia. Ellos confirmaron mi misión en Alemania y me parecía sentir el apoyo de su benevolencia como apóstol de Alemania”.

Durante varios años el centro de su ministerio fue Baviera, donde logró fortalecer la fe católica, que todavía era mayoritaria allí, al igual que lo haría más tarde en Viena, Praga y Polonia. También consiguió mantener vivo el catolicismo en regiones donde el protestantismo se había extendido. También intentó la reconciliación con los líderes protestantes (incluyendo a Felipe Melanchthon) participando en el último Coloquio de Worms (1557), pero el intento se desvaneció cuando señaló sus diferencias internas sobre la doctrina del pecado original y la justificación. En su trabajo en defensa de la ortodoxia, Canisio siempre combinó la firmeza con la caridad (en este sentido su Oración para conservar la verdadera fe es muy hermosa) que brotaban de su devoción al Sagrado Corazón y una íntima amistad con Jesús que le ayudaba a discernir entre los apóstatas conscientes, es decir, los que habían abandonado la Iglesia por soberbia, y aquellos (la mayoría) que se habían pasado al protestantismo debido a las circunstancias, a los que trató de ayudar exponiendo los fundamentos de la fe en Cristo.

Su mayor legado está representado por los tres catecismos, escritos entre 1555 y 1558, en los que se expone la doctrina católica con preguntas y respuestas: el primero se dirige a los estudiantes ya familiarizados con los fundamentos de la Teología, el segundo a los niños sin educación y el tercero a los que tienen una educación escolar. Los tres catecismos tuvieron una enorme difusión y sólo en el curso de su vida hubo doscientas ediciones. También escribió comentarios sobre los Evangelios, un tratado sobre la Santísima Virgen y fue el editor de las obras completas de san León Magno y san Cirilo de Alejandría. A la luz de esta inmensa obra para Dios, León XIII lo nombró segundo apóstol de Alemania después de san Bonifacio y Pío XI lo proclamó Doctor de la Iglesia.