San Vicente Grossi por Ermes Dovico

Sagrado Corazón de Jesús

A través de santa Margarita María Alacoque, el Señor estableció las devociones de la Hora Santa y de la Comunión de reparación los primeros viernes de cada mes

Santo del día 07_06_2024 Italiano English

El 27 de diciembre de 1673, el día de la fiesta de san Juan Evangelista (el apóstol que en la Última Cena reclinó su cabeza sobre el pecho de Nuestro Señor para saber quién lo había traicionado), santa Margarita María Alacoque (1647-1690) tuvo la primera gran revelación sobre los secretos del Sagrado Corazón de Jesús. En esta revelación Jesús la llenó de su presencia divina mientras la monja visitandina se encontraba recogida en adoración eucarística. Después de haberla dejado descansar sobre su pecho, Jesús le dijo: “Mi Divino Corazón está tan apasionado de amor a los hombres, en particular hacia ti, que, no pudiendo contener en él las llamas de su ardiente caridad, es necesario que las derrame valiéndose de ti y se manifieste a ellos para enriquecerlos con los preciosos dones que te estoy descubriendo, los cuales contienen las gracias santificantes y saludables necesarias para separarles del abismo de perdición”.

El Sagrado Corazón se le apareció como una fragua incandescente, en la que el corazón de Margarita estaba inmerso y ardía por Jesús. El Señor le dejó un dolor en el costado como señal tangible de que todo lo que ella había vivido era real. En una segunda gran revelación, Jesús se le presentó resplandeciente de gloria “con sus cinco llagas ardiendo como cinco soles”, le reveló así hasta qué punto era su Amor extremo por los hombres y su dolor al verse correspondido con ingratitud e indiferencia. En reparación por las ofensas y los pecados, Jesús le pidió a Margarita comulgar cada vez que el sacerdote se lo permitiera, en particular el primer viernes de cada mes. También le pidió que rezara, postrándose en el suelo, todos los jueves por la noche desde las once hasta la medianoche, puesto que en en ese momento, le dijo, compartiría la tristeza mortal que él experimentó en Getsemaní.

A través de Margarita, el Señor estableció las devociones de la Hora Santa y de la Comunión de reparación los primeros viernes de cada mes. Esta última práctica está vinculada a la “Gran Promesa” sobre la salvación eterna. Esta dice que los fieles que comulgaran en estado de gracia durante nueve meses consecutivos, cada primer viernes de mes, ciertamente morirían en gracia de Dios porque, como Jesús prometió, “mi divino Corazón será su asilo seguro en el último momento”. En otra revelación, Jesús le dijo a Margarita que entre los muchos sacrilegios y frialdades, "lo que más me duele es que se porten así los corazones que se me han consagrado" y le comunicó el deseo de una nueva fiesta: "Te pido que el primer viernes después de la octava del Corpus se celebre una fiesta especial para honrar a mi Corazón y que se comulgue dicho día para pedirle perdón y reparar los ultrajes por él recibidos durante el tiempo que ha permanecido expuesto en los altares. También te prometo que mi Corazón se dilatará para esparcir en abundancia las influencias de su divino amor sobre quienes le hagan ese honor y procuren que se le tribute".

Margarita, a la que muchos no creían, logró difundir la devoción al Sagrado Corazón gracias a la ayuda del jesuita san Claudio de la Colombière, quien se convirtió en su guía espiritual. Jesús también confió a santa Margarita la misión de pedirle a Luis XIV que consagrara Francia a su Sagrado Corazón y que lo representara en los estandartes del reino, pero el rey no cumplió con la petición recibida en 1689, exactamente cien años antes del comienzo de la Revolución francesa. El culto al Sagrado Corazón que revela el verdadero rostro del Amor, listo para el sacrificio y la muerte en la cruz, también encontró la fuerte aversión de los herejes jansenistas. Aun así, su culto se extendió de un lugar a otro en el cristianismo. En 1794, con la bula Auctorem Fidei, Pío VI refutó de una vez para siempre a los opositores del Sagrado Corazón, reafirmando que a este se le debe el culto de latría (adoración solo a Dios). Porque al adorar el Corazón de Jesús, signo de su humanidad sagrada, los fieles adoran "al Verbo Encarnado con su propia Carne de Él", en su unión perfecta de Dios verdadero y hombre verdadero.

Finalmente, en 1856 el beato Pío IX extendió esta solemnidad litúrgica a toda la Iglesia. En los siguientes años, los actos de consagración al Sagrado Corazón de Jesús se extendieron a las familias y a las distintas naciones. El primer país en ser consagrado fue Ecuador en 1874, gracias a su presidente Gabriel García Moreno, que luego fue asesinado por los masones. Los actos de consagración nos recuerdan la necesidad de reconocer a Cristo tanto en nuestros corazones como en nuestra vida pública y en el Estado.

Debemos al menos mencionar aquí a los principales precursores del culto al Sagrado Corazón. Estas son las tres santas místicas alemanas que vivieron en el siglo XIII en el monasterio de Helfta: Matilde de Magdeburgo, Matilde de Hackeborn y Gertrudis Magna. También san Juan Eudes (1601-1680), que podría haber sido proclamado Doctor de la Iglesia por sus enseñanzas sobre la unidad mística entre el Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María: "Nunca debemos separar lo que Dios mismo ha unido tan perfectamente. Jesús y María están tan íntimamente unidos el uno con el otro, que quien ve a Jesús mira a María. Quien ama a Jesús, ama a María y quien tiene devoción por Jesús, tiene devoción por María".

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