Santa Adelaida por Ermes Dovico
HONG KONG

China es intocable: conspiración de silencio en el Vaticano sobre Jimmy Lai

Los medios de comunicación del Vaticano y la Santa Sede han ignorado por completo la noticia de la condena del editor católico de Hong Kong Jimmy Lai. Nos encontramos ante otro fruto perverso del acuerdo secreto entre China y el Vaticano: en nombre de la razón política se abandona a los católicos en manos de sus opresores.

Libertad religiosa 16_12_2025 Italiano English

A lo largo de todo el día de ayer continuaron las declaraciones de condena contra las autoridades chinas y de Hong Kong por la sentencia de culpabilidad por conspiración y sedición contra Jimmy Lai, empresario y editor convertido en símbolo de la lucha de Hong Kong por la libertad y la democracia. También la Unión Europea, en una nota del Servicio Europeo de Acción Exterior, ha hablado de “juicio político” y de “erosión de la democracia y las libertades fundamentales en Hong Kong desde la entrada en vigor de la Ley de Seguridad Nacional en 2020”, y ha pedido “la liberación inmediata e incondicional de Jimmy Lai”. En la misma línea se ha pronunciado el senador italiano de Fratelli d'Italia Giulio Terzi, según el cual “con las acusaciones de sedición y colusión con fuerzas extranjeras utilizadas como pretexto, los jueces han privado de libertad a un ciudadano británico y han destruido la reputación de Hong Kong como espacio de libertad de expresión, de prensa, de religión y de empresa”. Otras organizaciones humanitarias como The Committee for Freedom in Hong Kong Foundation, Human Rights Watch, Amnistía Internacional y Reporteros sin Fronteras también han emitido duros comunicados.

Pero hay un detalle que se escapa a todo este coro internacional de protestas: es cierto que Jimmy Lai es un símbolo de la lucha por la libertad y la democracia en Hong Kong, pero es sobre todo un católico que, desde el momento de su conversión —fue bautizado en 1997 por el cardenal Joseph Zen, arzobispo emérito de Hong Kong—, ha vivido de una manera nueva tanto su profesión de editor como su lucha civil, hasta el punto de aceptar la cárcel para vivir plenamente su testimonio de la Verdad.

Recordábamos en el artículo que le dedicamos con motivo de la entrega del premio “Hechos para la Verdad”, entregado a su hijo Sebastien durante la Jornada de la Brújula del pasado 25 de octubre, cómo en 2020 había renunciado a abandonar Hong Kong y había aceptado con orgullo su destino: “Si me fuera, renunciaría no solo a mi destino, renunciaría a Dios, renunciaría a mi religión, renunciaría a lo que creo”, explicó en su momento. Y su historia es también el símbolo del drama que están viviendo los católicos de Hong Kong, cada vez más oprimidos por el yugo asfixiante de Pekín y su Iglesia católica patriótica.

Esto hace aún más doloroso y escandaloso el silencio que la Santa Sede ha impuesto en torno a su historia. No solo en estos años no se ha alzado ni una sola vez la voz desde la Plaza de San Pedro para recordar su encarcelamiento como testigo de la Verdad y pedir su liberación, sino que se ha impuesto una censura total en todos los medios de comunicación vaticanos. Para la Santa Sede, Jimmy Lai simplemente no existe.

Y esto es lo que está sucediendo exactamente estos días: los medios de comunicación de todo el mundo hablan del juicio farsa y de la condena sufrida por Jimmy Lai, excepto los medios vaticanos. Ayer, ni Vatican News ni L’Osservatore Romano dedicaron una sola línea a la sentencia del tribunal de Hong Kong. Una ausencia que se hace aún más llamativa por el enorme espacio dedicado al atentado de Sidney y al pésame del Papa por la comunidad judía víctima del terrorismo; El Papa, que ayer por la tarde, en su discurso a los donantes del árbol de Navidad y del belén de la Plaza de San Pedro, hizo un llamamiento para poner fin a la violencia antisemita. Pero ni una palabra ni una mención a la condena de un católico en Hong Kong, símbolo de la represión sufrida por muchos católicos en la misma Hong Kong y en China. En la página de inicio de Vatican News se hablaba de todo, de las migraciones en Sudáfrica, de las escuelas para los niños de Tegucigalpa, de la revolución no violenta de Martin Luther King, pero ni una sola línea sobre Hong Kong y Jimmy Lai.

Una vergüenza que es uno de los efectos perversos del acuerdo secreto entre la Santa Sede y el régimen de Pekín firmado en 2018 y renovado cada dos años hasta octubre de 2024, cuando se prorrogó por otros cuatro años. La Secretaría de Estado vaticana siempre ha defendido enérgicamente este acuerdo en nombre de un supuesto bien de la Iglesia en China, para resolver ante todo el problema del nombramiento de los obispos. Pero, como han demostrado también los casos más recientes (véase aquí y aquí), en todos estos años la dinámica siempre ha sido que Pekín decide y el Vaticano ejecuta. Mientras tanto, la Santa Sede, para no irritar a Pekín, cierra los ojos ante el aumento de la persecución de los católicos en China y abandona a su suerte a la Iglesia de Hong Kong, es más, está favoreciendo su transformación en Iglesia patriótica, aunque Hong Kong no esté formalmente bajo la jurisdicción de la Conferencia Episcopal China. No es de extrañar, pues, que guarde silencio ante la prueba de un católico que está pagando con su vida por su fe.

Por otra parte, la del Vaticano es una conspiración de silencio que llega muy lejos: incluso la edición online del Sunday Examiner, periódico de la diócesis de Hong Kong, ha ignorado sencillamente la noticia de la condena de Jimmy Lai; mientras que UcaNews, la agencia de las Conferencias Episcopales Asiáticas, la dio a conocer de forma aséptica, como una noticia más, evitando además revelar que es católico.

Sin duda, algunos pensarán benévolamente que la diplomacia vaticana está actuando discretamente entre bastidores: si fuera así, habría que hablar de un dramático fracaso de la diplomacia, ya que en estos años no se ha obtenido ningún resultado positivo: la situación de los católicos ha empeorado, Jimmy Lai sigue pudriéndose en la cárcel de Hong Kong y no olvidemos que el cardenal Zen también está en libertad condicional.

La verdad es que la línea diplomática de la Secretaría de Estado vaticana, bajo la dirección del cardenal Pietro Parolin, hacia los regímenes que persiguen a los cristianos consiste en sacrificar hoy a los católicos individuales en nombre de un supuesto bien futuro de la Iglesia. Una visión inaceptable desde el punto de vista moral y terriblemente ineficaz desde el punto de vista diplomático.

Como católicos, debemos reconocer con tristeza que si el régimen chino decidiera liberar a Jimmy Lai, tal vez enviándolo al exilio, no sería por la diplomacia vaticana, sino por la acción del presidente estadounidense Donald Trump, que ya ha pedido su liberación directamente al presidente chino Xi Jinping y que ha demostrado, por última vez en Bielorrusia, su capacidad para utilizar argumentos para conseguir la liberación de disidentes y rehenes.