Santa Catalina de Siena por Ermes Dovico
IGLESIA

Una JMJ sin Cristo en Lisboa... Y lo nombran cardenal

Las gravísimas palabras de monseñor Aguiar, responsable de la JMJ de Lisboa y recién nombrado cardenal, que en absoluto no quiere "convertir los jóvenes a Cristo", tienen implicaciones muy serias: entre las más importantes el "engaño" de la fe y la inutilidad de la Iglesia

Ecclesia 13_07_2023 Italiano English

“No queremos convertir a los jóvenes a Cristo o a la Iglesia católica. Nada de eso, en absoluto”. Estas palabras, pronunciadas el 6 de julio por el obispo auxiliar de Lisboa, Américo Aguiar, durante una entrevista concedida a la Radio Televisión Portuguesa (RTP) para explicar el significado de la próxima Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), que se celebrará en Lisboa del 1 al 6 de agosto, han causado conmoción y han provocado, con razón, reacciones de asombro e indignación. En efecto, monseñor Aguiar no sólo es el responsable de la JMJ en Lisboa, sino que también figura entre los 21 nuevos cardenales anunciados el 9 de julio por el Papa Francisco y que recibirán el birrete rojo en el Consistorio el próximo 30 de septiembre.

Como suele ocurrir en estas situaciones, ante la reacción de la opinión pública católica y dado que entretanto ha sido nombrado cardenal, monseñor Aguiar ha intentado resarcirse con otra entrevista –esta vez a ACI Digital- para aclarar las cosas, quejándose de la instrumentalización de sus palabras, sacadas de contexto: “La JMJ –ha afirmado- es una invitación a todos los jóvenes del mundo a experimentar a Dios” en el camino trazado por la encíclica Fratelli tutti.

Sinceramente, se podría haber ahorrado las aclaraciones dado que el contexto de sus palabras estaba muy claro, al igual que el concepto subyacente, y las palabras que ha añadido han empeorado, si cabe, el efecto.

¿Cuál es la esencia de su discurso? Que con Fratelli tutti la misión de la Iglesia ha cambiado: ya no es anunciar a Cristo, sino poder conocer a diferentes personas para apreciar la riqueza de la diversidad; y eso sería experimentar a Dios. “La JMJ es un grito de esta fraternidad universal”, ha dicho a RTP, “quiere ser una escuela pedagógica para ver el gusto y la alegría de conocer al diferente. La persona que es diferente debe entenderse como una riqueza. Católicos, no católicos, religiosos, con fe, sin fe: lo primero es comprender que la diversidad es una riqueza”. Y de nuevo, tras la firme resolución de no convertir a nadie: “Queremos que sea normal que un joven musulmán, judío o de otra religión no tenga problema en decidir quién es, y que todos entendamos que la diversidad es una riqueza. Así el mundo será objetivamente mejor”.

Hay poco que malinterpretar: el recién nombrado cardenal portugués simplemente no cree que Jesucristo sea la respuesta verdadera y definitiva a las preguntas más profundas de todo hombre, que están especialmente vivas entre los jóvenes. De lo contrario, estaría experimentando el deseo de la misión y crearía oportunidades para decirle al mundo que ha encontrado la respuesta a esas preguntas que todo el mundo tiene. Que es exactamente lo que impulsó a san Juan Pablo II a instituir la JMJ, un acontecimiento que desde el principio ha estado absolutamente centrado en Cristo.

Recordemos, para comprender bien las cosas, las palabras que Juan Pablo II pronunció durante la vigilia de oración de la JMJ 2000 en Roma, ante dos millones de jóvenes: “En realidad, es a Jesús a quien buscáis cuando soñáis con la felicidad; es Él quien os espera cuando nada os satisface de lo que encontráis; es Él la belleza que tanto os atrae; es Él quien os provoca esa sed de radicalidad que no os permite adaptaros al compromiso; es Él quien os impulsa a deponer las máscaras que falsean la vida; es Él quien lee en vuestro corazón las decisiones más verdaderas que otros querrían sofocar. Es Jesús quien suscita en vosotros el deseo de hacer algo grande de vuestra vida, la voluntad de seguir un ideal, el rechazo a dejaros engullir por la mediocridad, el valor de comprometeros con humildad y perseverancia a mejoraros a vosotros mismos y a la sociedad, haciéndola más humana y fraterna”.

San Juan Pablo II tenía muy claro que una sociedad más humana y fraterna sólo puede nacer del encuentro con Cristo. Esto lo niega hoy el recién nombrado cardenal Aguiar, que, sin embargo, se inspira en la visión expresada en Fratelli tutti. Una fraternidad sin padre común reconocido, una JMJ sin Cristo (o en todo caso con un Cristo irrelevante, a la altura de Mahoma, Buda, Confucio y quien sea). Es una afirmación de la inutilidad de la Iglesia, reducida a agente social, copia de la ONU con algunas pizcas de espiritualidad.

Las palabras de Aguiar hacen aún más cierta y concreta la sentencia de Benedicto XVI que atribuía la crisis de la Iglesia a la crisis de fe, especialmente de los sacerdotes. La gente simplemente ya no cree que Cristo sea el Salvador, en el mejor de los casos el inspirador de buenos sentimientos para enderezar las cosas en el mundo.

En todo esto, un pequeño signo de esperanza reside en saber que en Portugal una buena parte del clero y muchos fieles se escandalizaron por el nombramiento como cardenal de monseñor Aguiar, conocido sobre todo por su afán de presumir y que aprovechó la ocasión de la JMJ para hacer carrera. Se sabe que ha viajado muy a menudo a Roma para entrevistarse con el Papa durante estos años de preparación, con quien también ha grabado vídeos para mostrarlos a su regreso a Portugal. Mantiene muy malas relaciones con la inmensa mayoría del clero de Lisboa, de la que es obispo auxiliar, y ahora teme convertirse en el nuevo Patriarca de Lisboa, ya que el cardenal Manuel José Macario do Nascimento Clemente cumplirá la fatídica edad de 75 años el domingo 16 de julio y ya ha anunciado que se jubilará inmediatamente.

Significa que todavía hay una base católica fiel en la Iglesia de Portugal. Sólo hay que rezar para que el Señor la mantenga así a pesar de las fechorías de sus pastores.