San Columbano por Ermes Dovico

FRAGMENTOS DEL EVANGELIO

Un salto de fe

El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás. (Jn 6, 35)

Le replicaron: «¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Pan del cielo les dio a comer”». Jesús les replicó: «En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo». Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de este pan». Jesús les contestó: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás». (Jn 6, 30-35)

El pan donado para la vida eterna es Jesús. Cuando, por la Encarnación, se encontraba en esta tierra, su cuerpo escondía su naturaleza divina. Del mismo modo, hoy su cuerpo está oculto en la hostia y en el vino consagrados, es decir, en las especies eucarísticas. Del mismo modo que ante su cuerpo físico era necesario tener fe para reconocer que Jesús también era Dios, así hoy, delante de la Eucaristía, son necesarios los ojos de la fe para reconocer su cuerpo y su sangre. Confiamos totalmente en Jesús para, así, hacer su voluntad y satisfacer nuestra hambre y sed de felicidad eterna.