HONG KONG-CHINA

Tiananmen, siempre en nuestra memoria

El sacrificio de los jóvenes que murieron hace 32 años por la libertad y la democracia en China está más vigente que nunca. Mientras el régimen no reconozca ese delito, significa que considera correcto matar a personas indefensas en nombre de un presunto “interés general”. Pero no perdemos la esperanza. He aquí la homilía del cardenal Joseph Zen pronunciada en Hong Kong el 4 de junio en la misa en recuerdo de las víctimas de la plaza de Tiananmen.

Internacional 09_06_2021 Italiano English

De 1989 a 2021 han pasado 32 años. Por entonces yo tenía 57 años, era un hombre joven. Los que hoy tienen 57-60 años eran entonces veinteañeros. Creo que tienen recuerdos muy vívidos de lo que ocurrió en junio de ese año. Pero los jóvenes que ahora son veinteañeros sólo pueden escuchar lo que les cuentan otros sobre un periodo de la historia que está a punto de ser empañado, a medida que pasa el tiempo.

Hoy, hermanos y hermanas de 90, 60 y menos de 30 años se reúnen aquí para participar en esta Santa Misa porque pertenecemos a la misma familia, a la familia del pueblo de Hong Kong, a la familia de los católicos de Hong Kong, así como a la familia del pueblo chino y de toda la humanidad. No podemos saber cómo calificarán los periódicos de mañana nuestra reunión de esta noche. Para nosotros es una Misa de sufragio.

En primer lugar, recordemos qué es una Misa del Sufragio. Los católicos creemos que cuando una persona muere, su vida es juzgada de manera definitiva. Esperamos que todos sean invitados a entrar en el cielo y a disfrutar de la gloria eterna. Pero no podemos descartar que algunos hayan perdido esta gracia porque se han excluido de ella. E incluso aquellos que son aptos para ir al Cielo pueden necesitar pasar por un camino de purificación. Ésta es nuestra fe católica. Mediante la penitencia se perdonan los pecados cometidos en el pasado. Pero puede haber algunas manchas y defectos que no han sido completamente borrados por las buenas acciones. Deben ser purificados en una dolorosa espera después de la muerte antes de poder entrar en la verdadera gracia.

En este camino de purificación reciben la ayuda de toda la Iglesia, dado que ésta es un cuerpo místico. Nosotros custodiamos este cuerpo místico, podemos contribuir con la oración y las acciones virtuosas, y podemos obtener gracias para ayudar a nuestros hermanos y hermanas que deben completar este doloroso camino de purificación.

La oración y las buenas acciones no están limitadas en el tiempo. Estamos convencidos de que estos hermanos y hermanas ya están en el Cielo, que nuestras ofrendas y oraciones de hoy ya les han ayudado cuando lo necesitaban. Por supuesto, la ayuda no se limita a los bautizados, porque toda persona honesta y de buen corazón pertenece al pueblo de Dios.

Dedicamos esta misa de sufragio a recordar a los hermanos y hermanas que sacrificaron sus vidas por nuestra libertad y democracia en la plaza de Tiananmen y en las calles circundantes hace 32 años. Lo que exigían era un gobierno honesto. Lo que querían era una China verdaderamente fuerte. Por desgracia, dejaron este mundo con el estigma de “alborotadores”. Su sacrificio fue por nosotros, y abrazamos sus esperanzas incumplidas: una sociedad justa y pacífica, un pueblo respetado por el gobierno, una China verdaderamente grande y respetada por el mundo.

Algunos dirán: “Los mártires ya están en el cielo. Se les ha recordado durante 32 años y eso es suficiente”. No. Nosotros respetamos y amamos de verdad a los mártires de la patria, amamos nuestro país, nuestras esperanzas nunca morirán.

Esta semana en las misas hemos leído el Libro de Tobías. En su tierra ocupada, un día se enteró de que uno de sus compatriotas había sido asesinado y su cuerpo expuesto en el mercado. Lo llevó inmediatamente a su casa y lo enterró al anochecer. Sabía que, al hacerlo, estaría arriesgando su vida. Incluso sus vecinos se reían de él: “¿Vale la pena arriesgar la vida por el respeto a un cadáver?”. Pero Tobías no permitió que el cuerpo del difunto se convirtiera en la comida de los perros callejeros. Del mismo modo, no podemos permitir que los nombres de los mártires sean insultados para siempre.

La Revolución Cultural fue juzgada oficialmente. En 1981, la Sexta Sesión Plenaria del Undécimo Comité Central del Partido Comunista de China llegó a la conclusión de que la Revolución Cultural fue una “lucha interna causada por los errores de un líder... que condujo a consecuencias catastróficas para el Partido, el Estado y todo el pueblo” y que “la principal responsabilidad de este grave error de ‘desviacionismo izquierdista’ debe atribuirse al camarada Mao Zedong”. Y bien, ¿no sería más sencillo hacer también una declaración honesta sobre los acontecimientos del 4 de junio?

Pero si después de 32 años los hombres de las altas esferas siguen sin escuchar la voz del pueblo, ¿por qué no temer que sigan pensando que es correcto, en nombre de un supuesto “interés general”, matar a jóvenes inocentes que aman su país? Así, el 4 de junio, la tragedia no se aleja lentamente de nosotros, sino que, poco a poco, vuelve a aparecer ante nuestros ojos.

Rechazamos el pesimismo. No perderemos la esperanza. Mientras recordamos a nuestros muertos, nuestras oraciones también piden al Señor que guíe a nuestros dirigentes por el camino de la justicia y la paz. Que la Virgen María y todos los santos y mártires de China intercedan por nosotros en el altar de Dios.