Renovarse
Nadie remienda un vestido viejo con un parche de tela nueva, porque el remiendo nuevo encoge, rompe la tela vieja y así se hace luego más grande la rotura (Mt 9, 16)
No son los sanos los que necesitan de médico
Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores (Mt 9, 13)
Trajeron a donde él estaba a un paralítico...
Viendo Jesús la fe de aquellos hombres, le dijo al paralítico: “Ten confianza, hijo. Se te perdonan tus pecados” (Mt 9, 2)
“¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”
“Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. (Mt 16, 15-16)
La calma en la tempestad
Él les respondió: “¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?”. Entonces se levantó, dio una orden terminante a los vientos y al mar, y sobrevino una gran calma (Mt 8, 26)
Maestro, te seguiré...
Pero el Hijo del hombre no tiene en donde reclinar la cabeza (Mt 8, 20)
Soportar pacientemente
Pero los samaritanos no quisieron recibirlo, porque supieron que iba a Jerusalén (Lc 9, 53)
¿No sabían que debo ocuparme en las cosas de mi Padre?
Al verlo, sus padres se quedaron atónitos (Lc 2, 48)
La oveja perdida
Yo les aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos, que no necesitan arrepentirse. (Lc 15, 7)
El precursor del Mesías
Ellos le decían: “Pero si ninguno de tus parientes se llama así”. (Lc 1, 61)
Lo importante son los frutos
¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? (Mt 7, 16)
La regla de oro
Traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes (Mt 7, 12)