Santos siete fundadores
Los Siete santos fundadores fueron los hombres de Dios que en 1233 fundaron la Orden de los Siervos de María, que debe su nacimiento a la acción directa de la Santísima Virgen, que se apareció a los siete el 15 de agosto y el 8 de septiembre de ese año
Los Siete santos fundadores fueron los hombres de Dios que en 1233 fundaron la Orden de los Siervos de María, que debe su nacimiento a la acción directa de la Santísima Virgen, que se apareció a los siete el 15 de agosto y el 8 de septiembre de ese año. Una firme tradición muestra como fue Ella la que inspira tanto la regla como el hábito de la orden. Las primeras noticias escritas sobre su vida se encuentran en la Legenda de Origine Ordinis (que se puede traducir como «Cosas que hay que leer sobre el origen de la Orden», según el significado propio del gerundivo latino legenda), escrita en 1317, con toda probabilidad, por el prior general de la época, Pietro da Todi. Este entró en los servitas en una fecha anterior a mayo de 1295 y había conocido al hermano Alejo Falconieri (†1310), el más conocido de los siete santos y el último en morir, con casi 110 años, tío de santa Juliana Falconieri, que inspiró la rama femenina de la orden.
Antes de la fundación de la orden, los siete, todos ellos originarios de Florencia, eran laicos devotos y comerciantes. Pertenecían a una cofradía ciudadana constituida en honor de la Virgen y tenían una gran fe, fortalecida con la penitencia. La visión de la Virgen Dolorosa (cuyo culto los servitas ayudarán a difundir, y que ayuda a reflexionar sobre la posible definición del título de Corredentora, al servicio del Hijo Redentor) les instó a abandonarlo todo, dejando lo necesario para sus familias y distribuyendo el resto a los pobres y las iglesias. Tras un periodo de preparación, que cada uno de ellos vivió en su propia casa - entre mortificaciones, comidas sobrias, oraciones y vestidos con una túnica gris -, los siete empezaron a llevar una vida comunitaria en una casa fuera de los muros de Florencia.
A partir de entonces todo el pueblo empezó a llamarles «Frailes Siervos de la Santísima Virgen María», nombre que nunca nadie supo de dónde venia y que según la Legenda de Origine fue «divinamente inspirado» a los fieles de la Madre celeste, como testimonió el mismo san Alejo Falconieri: «Nunca he conseguido saber, ni por mí mismo ni por otros, si alguien había dado este nombre por primera vez. Por tanto, sólo Nuestra Señora lo ha dado a nuestra Orden y este hecho, como bien recuerdo, lo creían y lo confirmaron mis hermanos». Los otros fundadores se llamaban: Bonfilio, que según la tradición era el primero de los siete y su jefe, Bonayunta, Amadeo, Maneto, Hugo y Sosteño. Atraídos por la santidad de su vida, muchos fieles empezaron a visitarlos por lo que ellos, «continuamente interrumpidos en su deseo de contemplación», se retiraron al Monte Senario, donde fundaron un convento y donde surgió, en el siglo XVI, el famoso santuario de la Dolorosa.
Con el paso de los años, empezaron a acoger a nuevos compañeros que deseaban vivir en humildad, oración y penitencia y fundaron otros conventos en distintas ciudades. Entre los que siguieron su ejemplo están el florentino san Filippo Benizi (1233-1285), que nació el mismo año de la fundación de la orden y entró en los servitas en 1254, convirtiéndose en uno de los más resplandecientes ejemplos de santidad, «el candil preparado por Dios», como está escrito en la Legenda.
Mientras tanto, 1244, los fundadores habían conocido al dominico Pedro de Verona (c. 1205-1252), futuro santo y mártir, al que el papa había enviado a Florencia para combatir las herejías. Admiraron la predicación de Pedro, que se convirtió en su padre espiritual y rezó con fervor a la Virgen para saber si esa orden era de verdad fruto de la voluntad celeste, qué habito debían utilizar los frailes y cuál debía ser su regla. Los siete se unieron con sus ayunos a las oraciones de Pedro, al que se le apareció la Virgen, que le confirmó que había obtenido de su Hijo el nacimiento de esa orden dedicada a Ella, y que los frailes debían seguir la regla de san Agustín y vestir un hábito que fuera «una clara indicación de lo que Ella sufrió en la muy amarga pasión de Su Hijo».
Para saber más: Legenda de Origine Ordinis