Santa María Faustina Kowalska
«Tu gran confianza en Mí, me hace darte gracias continuamente», sintió que Jesús le decía. Él mismo la llamó «secretaria de mi Misericordia»
«Tu gran confianza en Mí, me hace darte gracias continuamente», sintió que Jesús le decía. Él mismo la llamó «secretaria de mi Misericordia». Visiones, estigmas ocultos, contactos continuos con el ángel de la guarda, la Virgen, los santos y las almas del Purgatorio, hasta el rarísimo don del matrimonio místico con Dios. Santa María Faustina Kowalska (1905-1938) vivió en la clandestinidad las innumerables gracias que acompañaron su vida terrena: solo sus confesores y, en parte, los superiores sabían lo que luego descubriríamos leyendo su diario. Este lo escribió en medio de las dos guerras mundiales, en obediencia a Cristo y para dar a conocer su Misericordia y la necesidad de volver a Él para escapar de la acción del maligno.
Tercera de diez hijos, la santa creció en una familia devota, donde era costumbre rezar y leer todos juntos los libros religiosos que sus padres adquirían con grandes sacrificios. Educada en la obediencia y el respeto por lo sagrado, a los siete años sintió por primera vez «el amor de Dios que llenó mi pequeño corazón» después de la exposición de la Eucaristía. De adolescente trabajó para ayudar a la familia y a los 19 años, tras ser rechazada por varios conventos de Varsovia, fue admitida en las Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia. Fue precisamente allí donde Dios la quiso, como más tarde le reveló.
Destinada a trabajos humildes, hizo todo con alegría. El amor al prójimo, manifestado ya de niña, cuando se vestía de mendiga y donaba todas las limosnas a los pobres, ardía en su interior: «Todos los dolores del prójimo afectan mi corazón». Los ayunos debilitaron su ya frágil salud, pero los ofreció por la salvación de las almas. Vio el Infierno y Jesús le reveló que Satanás «arde de un odio particular hacia ti, porque arrancaste a muchas almas de su poder». Desde el Purgatorio recibió peticiones de oración: «No sabía que existía tal unión entre las almas», escribió como prueba de la doctrina sobre la comunión de los santos. En todo se alegraba de una realidad: «Ni las gracias ni las revelaciones, ni los éxtasis, ni ningún otro don concedido al alma la hacen perfecta, sino la comunión interior del alma con Dios».
El sacramento de la Confesión está en el centro de las revelaciones de Jesús: «Cuando te acercas a la confesión debes saber que Yo Mismo te espero en el confesionario, sólo que estoy oculto en el sacerdote, pero Yo Mismo actúo en tu alma. Aquí la miseria del alma se encuentra con el Dios de la Misericordia». Su diario, además de las magníficas páginas que contiene, que ayudan a conocer a Dios, nos deja la fiesta (instituida en 2000 por san Juan Pablo II) y la Coronilla de la Divina Misericordia, que Nuestro Señor le recomendó rezar a las tres de la tarde para recibir más gracias: «En esa hora no negaré nada al alma que me reza por mi Pasión».
Para saber más:
Diario de santa Faustina Kowalska
Homilía de Juan Pablo II para la canonización de Sor Faustina