Santa Inés
Escribía san Ambrosio (340-397) en De Virginibus hablando de santa Inés: “Su consagración es superior a la edad, su virtud superior a la naturaleza, por lo que su nombre no parece que venga de elección humana, sino que es predicción del martirio, un anuncio de lo que ella debía ser. […] Hay, por tanto, en una sola víctima un doble martirio, de pureza y de religión”
“La virginidad es digna de alabanza, no tanto por ser profesada por los mártires, sino porque ella misma forma a los mártires”, escribía san Ambrosio (340-397) en De Virginibus hablando de santa Inés, virgen romana asesinada por su fe en Cristo cuando tenía apenas trece años, y cuyo martirio suscitó una profunda impresión en la comunidad cristiana, dando origen a una viva devoción popular. El año exacto de su nacimiento al cielo es incierto, pero es probable que el martirio tuviera lugar durante la gran persecución de Diocleciano, alrededor del año 305, pocos años antes de que los cristianos obtuvieran la libertad de culto. Ciertamente, la veneración de Inés ya estaba difundida antes de Ambrosio, como atestigua la Depositio martyrum del 336, el antiguo calendario de la Iglesia de Roma, que indica que fue enterrada en la Nomentana el 21 de enero.
De las distintas fuentes hagiográficas, la más conocida es una Passio latina del siglo V, basada en la tradición oral, según la cual Inés había nacido en una familia noble cristiana de Roma, y había consagrado su virginidad a Cristo, encendida por su amor hacia Él desde temprana edad. Deseosa de mantenerse fiel al voto, había rechazado al joven hijo del prefecto que se había encaprichado de ella, y por este motivo fue denunciada como cristiana, desnudada públicamente a la fuerza, consiguiendo cubrirse con un acto extremo de pudor. Según el himno a Inés incluido en el Peristéphanon del poeta Prudencio (hacia 348-410), la santa fue llevada en un prostíbulo, donde ninguno de los clientes se atrevió a acercarse a ella, salvo un joven con intenciones malvadas al que un ángel cegó, y que luego recuperó la vista por intercesión de la misma Inés.
Fue asesinada con un golpe de espada, por decapitación o degollada, tal como se mataba a los corderos (según un carmen de san Dámaso, la quemaron). Por este motivo los artistas la representan a menudo con este animal, que es también símbolo de la inocencia, algo que recuerda su mismo nombre (la raíz de su nombre viene de Agnus, “cordero” en latín), que significa “pura, casta”. A este respecto, dice Ambrosio exaltando su gloria eterna: “Su consagración es superior a la edad, su virtud superior a la naturaleza, por lo que su nombre no parece que venga de elección humana, sino que es predicción del martirio, un anuncio de lo que ella debía ser. […] Hay, por tanto, en una sola víctima un doble martirio, de pureza y de religión”.
Santa Inés tiene el privilegio de ser una de las siete mártires antiguas - junto a las santas Lucía, Ágata, Anastasia, Cecilia, Felícitas y Perpetua - cuyo nombre está incluido en el Canon romano. Entre los fieles que le fueron más devotos está santa Constanza (318-354), hija del emperador Constantino, que sanó milagrosamente después de haber ido al sepulcro de Inés y, por gratitud, hizo erigir una basílica (la actual Basílica de Santa Inés extra muros, reconstruida en el siglo VII), sobre la catacumba dedicada a continuación a esta gloriosa mártir.
Patrona de: las prometidas, los jardines, las jóvenes, las vírgenes; Hijas de María, Orden de la Santísima Trinidad