Santa Escolástica

Se invoca a la hermana de san Benito contra las tempestades y los rayos, porque fue la única, por lo que sabemos, que mantuvo bajo control al amado hermano con el célebre milagro narrado en los Diálogos de san Gregorio Magno

Santo del día 10_02_2020 Italiano

Se invoca a la hermana de san Benito contra las tempestades y los rayos, porque fue la única, por lo que sabemos, que mantuvo bajo control al amado hermano con el célebre milagro narrado en los Diálogos de san Gregorio Magno (540-604), en los que tenemos gran parte de las informaciones sobre su vida. En base a una tradición que se remonta al siglo IX aproximadamente, santa Escolástica de Nursia (480-547) y Benito eran incluso gemelos, y la madre, Abbondanza Claudia, esposa de Eutropio, un descendiente de la gens Anicia, murió poco después de haberles dado a luz.

Escolástica se consagró al Señor desde su infancia, en perfecta comunión espiritual con el hermano, que había sido mandado a Roma para realizar estudios de letras, pero le había impresionado tanto el libertinaje del mundo que enseguida abandonó ese camino y optó decididamente por la vida religiosa. Muchos años después, cuando el hermano abandonó Subiaco y fue a Casino, la santa fundó un monasterio a pocos kilómetros de distancia del lugar donde Benito ya había fundado la Abadía de Montecasino. Junto a otras hermanas siguió la Regla benedictina, y se cuenta que una de las mayores recomendaciones de Escolástica era la observancia del silencio, especialmente con personas ajenas al monasterio. Decía así: «Callad, o hablad de Dios, porque, ¿qué hay en el mundo tan digno como para poder hablar de ello?».

Una vez al año, como nos informa san Gregorio, Escolástica y Benito se encontraban a mitad de camino en un caserío de los monjes, hablando de las experiencias de su riquísima vida espiritual. Un día, entre alabanzas a Dios y santas conversaciones, el encuentro entre los dos se prolongó más de lo acostumbrado y, como ya se había hecho tarde, la santa rogó a su hermano que se quedara con ella hasta el amanecer «a pregustar, con nuestras conversaciones, las alegrías del cielo». Ante la negativa de Benito, que no quería faltar a la Regla pernoctando fuera del monasterio, Escolástica cruzó sus manos, las puso sobre la mesa y, apoyando en ellas la cabeza, se sumió en profunda oración. En el momento en que la religiosa levantó la cabeza, no sólo la mesa parecía cubierta de un río de lágrimas, sino que en el cielo, de sereno como estaba, se desencadenó tal diluvio, con truenos y relámpagos, que ni Benito ni sus discípulos se atrevieron a poner pie fuera del caserío.

El santo se lamentó y pidió cuentas del prodigio: «Que Dios te perdone, hermana. ¿Qué es lo que acabas de hacer?». Y Escolástica: «Te lo pedí y no quisiste escucharme; rogué a mi Dios, y me escuchó». Así, permanecieron juntos toda la noche, deleitando sus almas con discursos sobre los bienes del Paraíso. Comentó san Gregorio: «Pudo más porque amó más». Fue su último encuentro terreno. Cuatro días después Benito, recogido en oración, en su celda, vio el alma gloriosa de Escolástica elevarse al cielo bajo forma de una paloma. Lleno de alegría, alabó a Dios y pidió a los hermanos para que trajeran el cuerpo de su hermana para que lo depositaran en el sepulcro que había preparado para sí. Era el 10 de febrero. Cuarenta días más tarde también murió el santo. «Así ocurrió – se lee en los Diálogos – que estas dos almas, siempre unidas en Dios, no vieron tampoco sus cuerpos separados ni siquiera en la sepultura».

Patrona de: monjas benedictinas, puérperas, niños que sufren convulsiones; invocada contra las tempestades y los rayos