Santa Cecilia por Ermes Dovico

Santa Coleta de Corbie

Se debe a ella el nacimiento de la Orden de las clarisas llamadas «coletinas», que surgió de su deseo de volver a la austeridad original de la Regla de santa Clara

Santo del día 06_03_2020 Italiano English

Además de ser recordada por sus dones místicos, santa Coleta (1381-1447) es célebre porque se debe a ella el nacimiento de la Orden de las clarisas llamadas «coletinas», que surgió de su deseo de volver a la austeridad original de la Regla de santa Clara. Nació en Corbie, en la Alta Francia, de padres humildes y muy devotos, que la habían bautizado con el nombre de Nicolette en honor de san Nicolás, tras haber pedido su intercesión porque no podían tener hijos. La tradición refiere que la niña, llamada familiarmente Coleta, nació cuando su madre Marguerite tenía ya 60 años. De su madre aprendió la belleza de meditar sobre la Pasión de Cristo, y desde su más tierna infancia se dedicó a la oración y las mortificaciones, ayunando para distribuir la comida a los pobres.

A los 18 años se quedó huérfana, renunció a sus bienes y al poco tiempo pasó de ser beguina a ingresar en las monjas benedictinas. Pero en ninguno de los dos casos consiguió encontrar el modelo de rigor que esperaba. Entró en un convento de clarisas urbanistas, llamadas así por la regla aprobada en 1263 por Urbano IV, que mitigaba la Regla de santa Clara al permitir que las monjas pudieran poseer bienes en común. Tampoco entre estas encontró lo que buscaba. Aceptó la propuesta del padre Jean Pinet, un ferviente franciscano que le ofreció vivir en rigurosa clausura como terciaria: así vivió durante cuatro años en un local adyacente a la iglesia parroquial de Corbie, donde vio a san Francisco que la presentaba a Dios como la reformadora de su Orden, además de otras visiones en las que, inicialmente, no creyó. Entonces se quedó ciega y muda, hasta que aceptó su misión y se curó.

En 1406 se la autorizó a fundar monasterios reformados en tres diócesis francesas mediante una bula del antipapa Benedicto XIII. Efectivamente, Coleta había nacido y crecido en pleno Cisma de Occidente, que se inició en 1378 tras la muerte de Gregorio XI, el papa que el año anterior, con la exhortación decisiva de santa Catalina de Siena, había devuelto la sede papal a Roma, poniendo fin a casi siete decenios de cautividad en Aviñón. El Cisma de Occidente, que con los años se había convertido en un berenjenal que puso a dura prueba a la Iglesia, no se concluyó hasta 1417, cuando el Concilio de Constanza declaró antipapa a Juan XXIII (Baldassarre Cossa) y a Benedicto XIII (Pedro de Luna), y se llegó a un acuerdo sobre la elección de Martín V, que devolvió la unidad a la Iglesia católica. Fue, por tanto, en esta época de crisis para la fe (que generó entre otras cosas una laxitud en la disciplina monástica) que Coleta llevó a cabo su misión, trabajando para recomponer el cisma uniendo sus fuerzas a las del dominico san Vicente Ferrer.

El primer monasterio de clarisas coletinas surgió en Besançon en 1410, uno de los diecisiete fundados directamente por la santa. Las constituciones, que adjuntó a la Regla de santa Clara, fueron aprobadas en 1434 por el ministro general de los Frailes menores y ratificadas en 1458 por el papa Pío II. Santa Coleta (canonizada por Pío VII en 1807) transmitió a sus hermanas un espíritu de ayuno, penitencia y pobreza, dando gran importancia a la oración litúrgica, copiada de la Orden benedictina. Fue bendecida con innumerables gracias, desde éxtasis a la aparición de ángeles; desde el don de la profecía a las fragancias que emanaban de su cuerpo y de las cosas que tocaba, hasta la momentánea resurrección de recién nacidos para permitir que recibieran el bautismo. Tuvo, además, revelaciones celestes sobre el estado de las almas del Purgatorio, por las cuales rezaba continuamente. Su reforma fue adoptada durante algún tiempo por algunos conventos masculinos, y su influencia en las clarisas continúa aún hoy.