Santa Apolonia
El martirio de santa Apolonia sucedió como consecuencia de la predicación de un adivino, que había incitado a la muchedumbre pagana de Alejandría de Egipto a perseguir a los cristianos
Según la Historia Eclesiástica de Eusebio de Cesarea (265-340), que refiere el contenido de una carta de san Dionisio de Alejandría (190-265) al obispo Fabio de Antioquía, el martirio de santa Apolonia sucedió como consecuencia de la predicación de un adivino, que había incitado a la muchedumbre pagana de Alejandría de Egipto a perseguir a los cristianos. Esto sucedió antes de las persecuciones ordenadas por el emperador Decio (249-251), como cuenta la carta del santo obispo alejandrino: «Entre nosotros la persecución no comenzó con el edicto imperial, sino que la precedió de un año». La carta de san Dionisio continúa con el relato de las torturas infligidas a un viejo llamado Metra y a una mujer llamada Quinta, ambos lapidados, y describiendo otras muchas violencias de los paganos que, «de común acuerdo, irrumpían en las casas de los fieles y arrojándose cada uno sobre quien reconocía como su vecino, lo despojaba, le saqueaba y se apropiaba de los objetos más preciosos».
En esta situación se dio el martirio de Apolonia, ya anciana, que Dionisio describe como una «virgen de cualidades admirables». La santa, crecida en la fe en Cristo desde la niñez, y que se había prodigado en el servicio a otros cristianos, fue capturada por los perseguidores que «le hicieron caer todos los dientes golpeándole las mandíbulas». Después encendieron un fuego y «amenazaron con quemarla viva si no repetía con ellos las fórmulas impías», que consistían en renegar a Cristo. Ante el aut aut impuesto por sus verdugos, y prefiriendo la muerte terrena a la apostasía, la misma Apolonia, sin esperar a ser empujada, se arrojó entre las llamas. Gesto que nació de su desprecio al pecado, de lo que se admiraron sus mismos perseguidores en una última y suma llamada a la conversión.
El abad francés Prosper Guéranger (1805-1875), proclamado siervo de Dios en 2005, describió así el martirio de la santa: «¡Apolonia!, ¡qué valor el tuyo! Lejos de espantarte el fuego de la hoguera te atrae y corres a ella como a un paraíso de delicias. Ante el pecado te parece dulce la muerte; y no te fijas que la mano cruel de los hombres te precipita en ella. Este valor admira nuestra flaqueza y, con todo, la hoguera que prefieres a la apostasía y que, en pocos instantes, te va a hacer nacer a una bienaventuranza sin fin, es una insignificancia al lado de los fuegos eternos que el pecador desafía a toda hora […]. Estas cosas de los santos escandalizan a los mundanos; las encuentran exageradas, arrebatadas, fanáticas; porque los santos ven más allá de lo que alcanza su vista. […] Ten piedad de nosotros, ruega por los pecadores. Ábreles los ojos a los peligros que les amenazan. Enséñanos el temor de Dios para que podamos evitar su justicia. Y haz que comencemos a amarle de una vez».
Patrona de: dentistas; invocada por los fieles que sufren enfermedades de los dientes