Cristo Rey por Ermes Dovico

San Romualdo

Fundador de los Camaldulenses, su principal aspiración fue la búsqueda de Dios

Santo del día 19_06_2021 Italiano English

La principal aspiración en la vida de san Romualdo (c. 951-1027), fundador de los Camaldulenses, fue la búsqueda de Dios. Ese fue el motivo por el que buscaba continuamente la santa soledad, fundando ermitas y pequeños monasterios en diferentes partes de Italia donde poder cultivar el necesario recogimiento interior.

Romualdo nació en Rávena en el seno de una familia noble. Se cree que un hecho sangriento en el que estuvo involucrado su padre, el duque Sergio degli Onesti (quien desafió a duelo a un familiar por la posesión de una finca), originó su decisión de emprender la vida religiosa. Lo cierto es que Romualdo, a los 20 años, decidió ingresar en el antiguo monasterio de San Apolinar en Classe. Poco después se trasladó a Venecia, donde conoció a Guarino, un religioso que estaba de paso por la laguna y era abad en San Miguel de Cuixá, un monasterio benedictino en los Pirineos orientales.

Romualdo quiso ir con Guarino a su abadía, y lo mismo hizo el dogo Pedro I Orseolo, al que el abad convenció a abdicar (Venecia estaba en una situación política revuelta, que había dado lugar a la muerte del anterior dogo) para intentar ascender a la santidad. El santo de Rávena, crecido en sabiduría y gracia, regresó a Italia unos diez años después. Empezó a fundar ermitas, renunciando varias veces a la dignidad de la abadía. El emperador Otón III (980-1002), que le admiraba, hacia el año 1001 le obligó a aceptar el cargo de abad en San Apolinar en Classe. Pero el religioso abandonó la abadía un año después porque deseaba una mayor contemplación. Continuó peregrinando por varios lugares, desde Montecassino hasta Istria, donde se retiró a una gruta que desde entonces es conocida como la Cueva de Romualdo.

Romualdo marchó después a un claro llamado Campo de Maldolo (Campus Maldoli), a 1.100 metros sobre el nivel del mar, y allí fundó la ermita de Camaldoli. Con el apoyo del obispo construyó cinco celdas y un pequeño oratorio, comenzando así la historia de la Congregación Camaldulense, una rama de la Orden Benedictina. Romualdo quiso combinar la tradición monástica occidental, más orientada a la vida cenobítica, con la tradición oriental, especialmente la de los antiguos Padres del Desierto, más solitaria. Esa es la razón por la que la presencia simultánea de una ermita y un monasterio, representados simbólicamente por dos palomas bebiendo del mismo cáliz, son la característica de su congregación. La idea de fondo siempre fue desprenderse de las cosas terrenales, como se lee en su Breve Regla, inspirada en la de San Benito: «Siéntate en tu celda como en el Paraíso. Aleja de la memoria el mundo entero,  déjalo a tus espaldas».

Su primer biógrafo fue san Pedro Damián (1007-1072), quien escribió una Vita Romualdi después de haber entrado en contacto con los camaldulenses y haber obtenido información de los discípulos que habían conocido personalmente al santo.

Romualdo enseñaba la necesidad de una vida de penitencia y oración, ante todo con su ejemplo concreto. Sus ardientes exhortaciones (de hecho se dice que el nombre del pueblo de Verghereto deriva de un hecho: el santo fue expulsado a latigazos [“vergate”] por algunos monjes, que no soportaban sus constantes llamadas a la disciplina) siempre provenían de su amor a Dios. Escribió en la Breve Regla: «Vela sobre tus pensamientos como el buen pescador vela sobre los peces. El único camino para ti se encuentra en los Salmos, nunca lo dejes. El único camino, el Salterio: no lo abandones jamás. Si no puedes alcanzarlo todo, ya que has venido aquí lleno de un fervor de novicio, busca cantar en el espíritu, comprender en la inteligencia ahora un punto y luego otro».