Santo Tomás Becket por Ermes Dovico
INFORME

Los exministros anglicanos que pasaron de Su Majestad a Su Santidad

Un tercio de los sacerdotes católicos ingleses ordenados entre 1992 y 2024 proviene del anglicanismo. Y son en total setecientos los ex clérigos censados por la St. Barnabas Society que han dejado la seguridad y el ministerio para ser acogidos en la Iglesia de Roma. Esto se debe en parte a los ordinariatos creados por Benedicto XVI.

Ecclesia 29_12_2025 Italiano

Pasar metafóricamente del Támesis al Tíber no es nada fácil, pero en treinta años unos setecientos exministros anglicanos, incluidos algunos obispos, han pasado de la guía de Su Majestad a la de Su Santidad, y 486 de ellos se han convertido en sacerdotes católicos. Así se desprende del informe Convert Clergy in the Catholic Church in Britain, promovido en 2019 por la St. Barnabas Society junto con el Benedict XVI Centre for Religion, Ethics and Society de la St Mary's University de Londres y publicado el 20 de noviembre de 2025.

Tampoco es fácil censar a los reverendos anglicanos que han llamado a las puertas de Roma, ya sea por la comprensible reticencia de las diócesis anglicanas a dar a conocer el número de desertores, ya sea por la atención por parte católica “a evitar cualquier apariencia de lo que podría definirse como 'triunfalismo'”. Sin contar la menor disponibilidad de datos en la era pre-Internet. El informe se basa en entrevistas realizadas específicamente y en diversas fuentes, entre las que destaca la denominada “lista Broadhurst”, iniciada en los años noventa y llamada así por su editor, John Charles Broadhurst, antiguo obispo anglicano, acogido en la Iglesia católica en 2010 y ordenado sacerdote al año siguiente.

Los primeros datos disponibles se remontan a 1969: en total, desde entonces hasta 2024, los ministros anglicanos convertidos son 805. De ellos, 91 se pasaron al catolicismo antes de 1992, año decisivo porque desde entonces los datos son más fiables, ya que se actualizan continuamente. También en ese año se dio luz verde al sacerdocio femenino en la Iglesia de Inglaterra y se produjo el consiguiente éxodo de muchos anglicanos, lo que desencadenó el primer pico de conversiones. En 1994, el gráfico muestra más de 150 ex clérigos que se pasaron a Roma y unos 80 en el siguiente año clave, 2011, tras la creación de los Ordinariatos específicos por parte de Benedicto XVI con la constitución apostólica Anglicanorum coetibus.

En resumen, en el trienio 1992-2024 hay 714 (sin contar algunos casos que se remontan a una fecha desconocida, probablemente ese período, la estimación se sitúa en torno a los 700).

Aunque no es automático que el exministro anglicano se convierta en sacerdote católico (no es posible, por ejemplo, para las mujeres o en caso de situaciones matrimoniales irregulares para la Iglesia católica), 486 de ellos lo han hecho y 5 son diáconos permanentes (mientras que otros 31 fueron ordenados sacerdotes antes de 1992). En conjunto, constituyen aproximadamente un tercio del total de ordenaciones sacerdotales en el Reino Unido entre 1992 y 2024: el 29% si se tienen en cuenta solo las ordenaciones diocesanas, y el 35% si se añaden también los sacerdotes del Ordinariato. En la década 2015-2024 (ejemplo de período «normal», una vez agotada la escalada seguida de Anglicanorum coetibus), el porcentaje es del 9% solo de las ordenaciones diocesanas, con 24 sacerdotes exanglicanos, y del 19% si se incluyen también los 28 del Ordinariato.

Los picos se invierten en el caso de las ordenaciones: el primero es menor y más “diluido” entre 1995 y 1998 (el máximo se alcanza en 1996 con más de 50 ordenados), además de necesariamente pospuesto con respecto a las conversiones, debido a la formación necesaria antes de acceder al orden sagrado; el de 2011 es decididamente mayor e inmediato, con casi 70 ordenados, en su gran mayoría pertenecientes al Ordinariato. Entre ellos se encuentra también el primer ordinario al frente de la nueva realidad querida por Benedicto XVI, monseñor Keith Newton, quien, al estar casado, dirigió el Ordinariato como “simple” sacerdote, aunque con jurisdicción, mientras que su sucesor, David Waller, en cargo desde 2024, a su vez exministro anglicano pero célibe, pudo recibir la ordenación episcopal (la dispensa del celibato solo es posible para los presbíteros, no para los obispos).

Abandonar el anglicanismo y el ministerio que se desempeña en su seno implica necesariamente la pérdida de la casa y el salario, con una familia que mantener, por lo que muchos posponían el “paso” hasta después de la jubilación. A las dificultades materiales se suman también las resistencias psicológicas, no solo las propias —ya que un itinerario de conversión puede ser complicado, y lo es en muchos de los casos examinados—, sino también las que puedan plantear el cónyuge o algún familiar particularmente anticatólico. Pero incluso una vez tomada la decisión, la formación constituye una incógnita adicional, especialmente antes de los Ordinariatos, y no basta con que el candidato ya sea “del oficio”, aunque sea anglicano.

Es difícil soportar seis años de seminario y, al mismo tiempo, buscar casa y trabajo, una vez abandonado el ministerio anterior (los entrevistados testifican que la St Barnabas Society, además de ser un referente humano y espiritual, también se ha hecho cargo de sus necesidades materiales, ayudándoles con los gastos y la vivienda). Prácticamente un salto al vacío, sin saber cuándo —y si— el exministro será considerado apto para el sacerdocio católico, al no existir un itinerario preestablecido en las distintas diócesis. El Ordinariato redujo a la mitad los plazos, permitiendo completar la formación después de la ordenación (incluida la formación teológica ya recibida en su momento para el ministerio anglicano, que ya no se ignoraba, sino que se integraba). Según el informe, la ordenación en un plazo de dos o tres años se ha convertido en una práctica habitual iniciada para permitir que el Ordinariato sea inmediatamente operativo, en vez de una medida de emergencia.

La “mano tendida” de Benedicto XVI llegó en respuesta a estas y otras dificultades, pero no solo eso: Anglicanorum coetibus también se propone “mantener vivas dentro de la Iglesia católica las tradiciones espirituales, litúrgicas y pastorales de la Comunión anglicana, como un don precioso para alimentar la fe de sus miembros y una riqueza que compartir”. Palabras muy similares a las que acompañaron al Summorum Pontificum: “Nos hace bien a todos conservar las riquezas que han crecido en la fe y en la oración de la Iglesia”. En passant, la liturgia del Ordinariato tiene mucho en común con el antiguo rito romano.

Pero la voz de los exanglicanos sigue siendo valiosa incluso ante la ilusión de reinventar la fe para hacerla más agradable al mundo. En 2023, en La Brújula Cotidiana, un ex obispo anglicano convertido en sacerdote católico, el padre Michael Nazir-Ali, advertía contra una sinodalidad sin verdad, porque “quienes son consultados necesitan ser catequizados, y a veces incluso evangelizados. De lo contrario, todo lo que obtendremos será solo el reflejo de la cultura que rodea a las personas”. Experimento ya realizado en la casa anglicana, como atestiguó en 2010 en La Brújula, el ya citado monseñor Broadhurst (antes incluso de convertirse en sacerdote católico), exponiendo entre las razones de su elección el hecho de “que la Iglesia anglicana ha estado demasiado influenciada por la sociedad secular y ahora ya no defiende ninguna verdad como absoluta e intocable”. Como diciendo que ellos ya han pasado por eso.