San Roberto de Molesmes
Principal fundador de la Orden del Císter, promovió la vuelta a una vida monástica simple y austera.
Principal fundador de la Orden del Císter, san Roberto de Molesmes (c. 1029-1111) promovió la vuelta a una vida monástica simple y austera, abandonándose con docilidad a la acción de la gracia. La fuerte devoción mariana que caracterizó rápidamente a los cistercienses estuvo como anticipada por un episodio que la tradición sitúa poco antes del nacimiento de Roberto, hijo de una familia noble francesa de la antigua provincia de Champaña. La madre, Ermengarda, cuando estaba embarazada vio, en un sueño, a la Virgen que le ofrecía un anillo de oro y le decía: «Quiero por prometido al hijo que has concebido. Este es el anillo del contrato».
Educado en la fe, Roberto empezó a los 15 años su noviciado en la abadía benedictina de Montier-la-Celle, en la que se distinguió por su intensa vida espiritual hecha de oración, ayunos y meditaciones sobre los misterios de la Pasión de Jesús. Pronto lo eligieron como prior de este monasterio y, unos años más tarde, se trasladó a Tonnerre, donde los monjes de la abadía cluniacense de Saint-Michel lo querían como abad. Probablemente decepcionado por las resistencias que encontró a su intento de volver a la plena observancia de la Regla de san Benito, dejó el cargo para volver a Montier-la-Celle como simple monje. Tuvo una ulterior experiencia como prior en otro monasterio, que fue el preludio de una etapa decisiva de su vida, cuando se retiró a un bosque con algunos ermitaños que lo eligieron como guía: con ellos fundó en 1075 la abadía de Molesmes que, al inicio, consistía en unas pocas celdas espartanas recubiertas de ramas de árboles junto a una capilla dedicada a la Santísima Trinidad.
La fama de santidad de Roberto atrajo a nuevos religiosos a Molesmes, pero también en este caso no todo fue fácil. En parte por las donaciones que recibían y que iban aumentando, en parte por la entrada de personas reacias a vivir según el modelo de austeridad deseado por el santo, hubo una relajación de la disciplina. En esos años también san Bruno estuvo en Molesmes, pero luego decidió retirarse a un lugar más solitario en búsqueda de un rigor mayor, fundando la Orden de los Cartujos junto a otros seis compañeros.
El propio Roberto, constatando la imposibilidad de hacer que la regla se observara fielmente, abandonó por primera vez la abadía que había fundado, volviendo más tarde ante la súplica de los religiosos que se habían quedado en Molesmes. Sin embargo, los intentos de reforma se revelaron, de nuevo, inútiles. Por tanto, tras un periodo de mucha oración y colaboración con otros monjes cuya espiritualidad era cercana a la suya, Roberto se dirigió al arzobispo de Lyon y legado pontificio Hugo de Romans, del que obtuvo la autorización para fundar una nueva orden.
El 21 de marzo de 1098, fiesta del Tránsito de San Benito, Roberto y otros 21 monjes, entre los cuales los fieles Alberico y Esteban Harding, fundaron la abadía de Citeaux: fue el inicio de la Orden cisterciense, así llamada por el topónimo Cistercium, que designaba entonces la zona pantanosa donde surgió el nuevo monasterio. Elegido por unanimidad como primer abad, el santo pudo iniciar la restauración de la Regla benedictina, realizando una sabia combinación entre ascetismo, cuidado de la liturgia y nuevo impulso del trabajo manual.
Sin embargo, al cabo de casi un año Roberto se vio obligado a abandonar Citeaux. Para volver a tener a su fundador, los monjes de Molesmes habían escrito al papa Urbano II, que delegó la solución del caso al arzobispo de Lyon. Este, a su vez, convocó un consejo de obispos para que le ayudaran en la decisión. Por obediencia, en el verano de 1099, Roberto volvió definitivamente a Molesmes, donde los hermanos de comunidad le prometieron la plena observancia de la Regla benedictina. Bajo su guía, la abadía prosperó de nuevo, mientras que la Orden cisterciense se consolidaba con san Alberico y san Esteban Harding.