San Matías
La naturaleza apostólica de la Iglesia se resalta de manera especial en la fiesta de san Matías, que fue llamado a reemplazar a Judas el Iscariote inmediatamente después de la Ascensión. La iniciativa fue tomada por Pedro, que comenzó así a ejercer el sumo ministerio al que Jesús lo había llamado
La naturaleza apostólica de la Iglesia se resalta de manera especial en la fiesta de san Matías, que fue llamado a reemplazar a Judas el Iscariote inmediatamente después de la Ascensión. La iniciativa fue tomada por Pedro, que comenzó así a ejercer el sumo ministerio al que Jesús lo había llamado. El hecho está narrado en los Hechos de los Apóstoles (Hch 1, 15-26), donde se dice que Pedro tomó la palabra en una asamblea de unos 120 hermanos y les mostró los pasajes de los Salmos (Sal 68, 26; 108, 8) que preanunciaban los efectos de la traición de Judas: «Que su morada quede desierta y que nadie habite en ella [es el famoso “Campo de sangre”, comprado por los sumos sacerdotes con los treinta denarios devueltos por Judas y que también se menciona en el Evangelio de Mateo, ndr] y que su cargo lo ocupe otro».
Matías probablemente era parte del grupo de los setenta y dos discípulos (o setenta), enviados de dos en dos por Jesús para anunciar el Reino de Dios (Lc 10, 1-24). Esta posibilidad es considerada como una tradición en la Historia de la Iglesia de Eusebio de Cesarea (265-340), confirmada por las mismas palabras con las que Pedro se dirigió a sus hermanos en la fe: «Es necesario, por tanto, que uno de los que nos acompañaron todo el tiempo en que convivió con nosotros el Señor Jesús, comenzando en el bautismo de Juan hasta el día en que nos fue quitado y llevado al cielo, se asocie a nosotros como testigo de su resurrección».
Matías fue propuesto junto con José, llamado Barsabá de sobrenombre Justo. Después de la oración de la asamblea («Señor, tú que penetras el corazón de todos, muéstranos a cuál de los dos has elegido»), se echó a suertes; esto ha sido otras veces mencionado como signo de la voluntad divina en el Antiguo Testamento (Lv 16, 8 ; Nm 26, 52-55; Js 7, 14). La suerte cayó en Matías, quien así reconstituyó el número de los Doce, imagen del nuevo Israel. Por lo que Matías participó con los otros apóstoles y María Santísima en el extraordinario acontecimiento de Pentecostés, con el descenso del Espíritu Santo prometido por Jesús.
No hay información segura sobre su actividad posterior. Las fuentes no concuerdan, pero según una tradición fue apedreado en Jerusalén y finalmente fue decapitado con una alabarda, su atributo iconográfico. Lo que es seguro es que san Juan Evangelista también tuvo que ver el nombre de Matías en la famosa visión de la Jerusalén celestial, descrita en el Apocalipsis: «Y me llevó en espíritu a un monte grande y elevado, y me mostró la ciudad santa de Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios, y tenía la gloria de Dios; su resplandor era semejante a una piedra muy preciosa, como piedra de jaspe cristalino. […] Y la muralla de la ciudad tenía doce cimientos y sobre ellos los nombres de los doce apóstoles del Cordero» (Ap 21, 10-14). Algunas de las reliquias de san Matías se guardan en un arca de mármol en la Basílica de Santa Justina, en Padua.