San Marcos
Escribió el segundo Evangelio por directa petición de los primeros cristianos de Roma, atraídos por las enseñanzas de san Pedro.
Si san Mateo es el evangelista que más se dirige a los judíos (como se ve por las muchas citas del Antiguo Testamento que muestran que Jesús es el Mesías), san Marcos escribió el segundo Evangelio por directa petición de los primeros cristianos de Roma, atraídos por las enseñanzas de san Pedro. Lo refiere la Historia Eclesiástica de Eusebio de Cesarea (c. 265-340), quien sobre el asunto se apoyaba en los escritos de algunos de los primerísimos Padres de la Iglesia, como san Papías de Hierápolis (c. 70-130) y Clemente de Alejandría (c. 150-215). Después de haber hablado de los engaños de Simón el Mago, así escribe Eusebio sobre la comunidad de Roma: «Pero la luz de la religión de Pedro resplandeció de tal modo en la mente de sus oyentes, que no se contentaban con escucharle una sola vez, ni con la enseñanza oral de la predicación divina, sino que suplicaban de todas maneras posibles a Marcos (quien se cree que escribió el Evangelio y era compañero de Pedro), e insistían para que por escrito les dejara un recuerdo de la enseñanza que habían recibido de palabra […]» (Hist. Eccl. 2, XV, 1-2).
El hecho confirma la importancia de Marcos en la Iglesia de los orígenes, en la que fue un fiel intérprete de Pedro. El cual «cuando por revelación del Espíritu tuvo consciencia de lo que había llevado a cabo, comprendió el ardor de ellos y estableció el texto para el uso en las iglesias». El mismo Príncipe de los Apóstoles nombra a Marcos en su primera carta, llamándole «hijo mío» (1P 5, 13), quizás porque fue él quien le administró el Bautismo y seguramente porque era su padre espiritual. Marcos y Pedro, según lo que escribe todavía Eusebio, llegaron por primera vez a Roma «a principios del reino de Claudio» (41-54), hacia el año 41. La escritura del Evangelio se sitúa hacia el 50-60 y presenta una particularidad que se puede considerar autobiográfica, sobre las circunstancias inmediatamente sucesivas al arresto de Jesús en Getsemaní: «Lo iba siguiendo un muchacho envuelto solo en una sábana; y le echaron mano, pero él, soltando la sábana, se les escapó desnudo» (Mc 14, 51-52). La tradición ha identificado en ese muchacho al segundo evangelista, el único que relata ese detalle.
Además, según una consolidada tradición, el Cenáculo pertenecía a la familia de Marcos, que los Doce conocían bien (cfr. Hch 12, 12; Pedro, al que Herodes Agripa había encerrado en prisión y el ángel había liberado, va a casa de la madre de Marcos, «donde había muchos reunidos en oración»). Gracias a los Hechos de los Apóstoles y a las cartas paulinas sabemos que Marcos fue también colaborador de Pablo y primo de Bernabé. Ayudó al Apóstol de los Gentiles en la predicación en Antioquía y en Salamina, pero llegados a Panfilia se separó de él y de su primo y volvió a Jerusalén. No se sabe por qué el entonces joven Marcos decidió esto. Pero se sabe que Pablo, al comienzo de su segundo viaje apostólico (50-52), prefirió no llevarlo consigo, en desacuerdo con Bernabé, del que se separó (Hch 15, 36-41). De todas las maneras el evangelista se reconcilió plenamente con Pablo, quien envíó los saludos de Marcos en la Epístola a los Colosenses (escrita hacia el 62) y escribiendo después a Timoteo le recomendó: «Toma a Marcos y tráelo contigo, pues me es útil para el ministerio» (2Tim 4, 11).
Mientras tanto, Marcos había fundado la Iglesia de Alejandría, en Egipto, donde murió y donde Pedro le había enviado, como refiere una antiquísima tradición. El símbolo de Marcos es el león alado, sobre todo porque el suyo es el Evangelio en el que Cristo profetiza varias veces su propia Resurrección (Mc 8, 31; Mc 9, 9; Mc 9, 31; Mc 10, 34; Mc 14, 28), que la fuerza del león representa simbólicamente. El león se ha convertido después en el emblema de Venecia, donde la espléndida Basílica de San Marcos custodia hasta hoy las reliquias del santo. Sus restos llegaron a la ciudad de la Laguna después de que en el año 828 los sustrajeran dos mercantes venecianos, que con una estratagema eludieron el control de los musulmanes destinados en Alejandría.
El mismo Marcos había llegado náufrago al territorio de la futura Venecia y aquí se cuenta que un ángel le dijo en sueños: Pax tibi Marce, evangelista meus. Hic requiescet corpus tuum, “Paz a ti Marcos, mi evangelista. Aquí reposará tu cuerpo”.
Patrón de: ganaderos, zapateros, curtidores de pieles, farmacéuticos, intérpretes, notarios, ópticos, secretarios, vidrieros; invocado para las cosechas y contra la sarna; región de Venecia, Egipto