San Marcelino de Ancona
En sus Diálogos, san Gregorio Magno (540-604) lo define un «hombre de virtudes venerables», y recuerda el milagro en el que apaga un incendio que está asolando la ciudad de Ancona
En sus Diálogos, san Gregorio Magno (540-604) lo define un «hombre de virtudes venerables», y recuerda el milagro en el que apaga un incendio que está asolando la ciudad de Ancona y que los habitantes no consiguen controlar. Los hagiógrafos de san Marcelino († 9 gennaio 577) refieren que nació en la noble familia de los Boccamaiori y que en el año 551 fue nombrado obispo de la ciudad del Conero, durante el pontificado de Vigilio I, sin enorgullecerse de este alto cargo que le había sido confiado, sino más bien mortificándose con ayunos y continuas penitencias, que ofrecía a Dios junto a vigilias, oraciones y obras de caridad.
En la Istoria d’Ancona [Historia de Ancona], escrita por el abad Antonio Leoni en la primera mitad del siglo XIX, basándose en diversas fuentes antiguas, podemos leer que cuando estalló el incendio, «del que nadie, en principio, se ocupó» y que el viento aumentó, los habitantes de la ciudad imploraron la ayuda del obispo que, tras elevar los ojos al cielo, se hizo llevar en una silla (tenía dificultades de movimiento a causa de una forma grave de gota) al punto en el que el fuego era más peligroso. Permaneció allí leyendo el Evangeliario con los pasajes de los Evangelios sinópticos con notas relacionadas con los usos litúrgicos de Ancona, que se quemó en algunas de sus partes por una repentina agresión de las llamas, que se apagaron en el instante en el que el santo cerró el libro de golpe, con el agradecimiento del pueblo.
El Evangeliario de san Marcelino, escrito con caligrafía uncial e ilustrado (antiguamente, en la vigilia de la fiesta del santo, era llevado en procesión por las calles de la ciudad), está custodiado en el Museo Diocesano de Ancona, después de haber sido restaurado en el siglo XX.