Cristo Rey por Ermes Dovico

San Luis de Francia

Sus contemporáneos le definieron «el rey devoto» y ha pasado a la historia como un soberano justo

Santo del día 25_08_2022 Italiano English

Luis IX (1214-1270) fue canonizado en 1297 y es conocido también como Luis el Santo, san Ludovico o Luis de los Franceses. Sus contemporáneos le definieron «el rey devoto» y ha pasado a la historia como un soberano justo que fue capaz de favorecer el desarrollo artístico, cultural y económico de Francia. Nació en Poissy el 25 de abril, fruto del matrimonio entre Blanca de Castilla (también ella venerada como santa, si bien nunca ha sido formalmente canonizada) y Luis VIII. Recibió una sólida formación cristiana. Creció con una fe tan viva que se presentaba como «Luis de Poissy», no solo por la costumbre de añadir el lugar de origen al propio nombre, sino porque sabía que había renacido en Cristo el día de su Bautismo en Poissy. Con 12 años se quedó huérfano de padre y ascendió al trono. Su madre Blanca asumió la regencia, ayudando a su hijo a custodiar y consolidar el reino a través de importantes victorias militares contra los nobles que lo asechaban.

A los 20 años se casó con Margarita de Provenza, de cuyo matrimonio - tras dos abortos espontáneos - nacieron once hijos, cuatro de los cuales no sobrevivieron. Cuando ya asumió plenamente el poder, Luis IX reveló ser un gobernante sabio. Si bien era muy devoto y estaba sometido a la autoridad espiritual de la Iglesia, ejerció la autoridad regia cuando se trataba de cuestiones temporales que concernían al Estado. Un ejemplo de ello fue la complicada disputa que lo vio enfrentado al obispo-conde de Beauvais, durante la cual ejerció su autoridad y eligió al alcalde para que pusiera fin a las revueltas que, desde hacía tiempo, agitaban a la ciudad. Sabía, por tanto, distinguir muy bien entre la laicidad verdadera y la falsa, como demuestra también la investigación que, a petición suya, llevaron a cabo los dominicos y los franciscanos a fin de verificar las condiciones de gobierno en sus territorios. Dicha investigación, que demostró las injusticias cometidas por los agentes reales contra la población, fue la premisa para la renovación moral y la reorganización administrativa de su reino. En la época turbulenta de Federico II Hohenstaufen, intentó el acercamiento entre el papado y el imperio. Envió misioneros entre los mongoles, que entonces se estaban expandiendo, en el intento vano de convertirlos.

Mientras tanto había ordenado la construcción de la magnífica Santa Capilla [Sainte-Chapelle] a fin de custodiar en ella dignamente la Corona de espinas de Cristo y otras reliquias de la Pasión (la Santa Esponja, partes de la Cruz y de la Lanza Sagrada), que poco a poco fue comprando a Balduino II de Constantinopla. En la procesión que acompañó a la Corona de espinas a la catedral de Sens quiso llevar personalmente, junto a su hermano Roberto, ambos vestidos con túnica y descalzos, la caja con las reliquias. En 1244 cayó gravemente enfermo y estuvo a punto de morir. En cuanto recuperó el conocimiento y pudo hablar, como relatará su gran amigo y biógrafo Jean de Joinville, dijo que quería ser un cruzado. Deseaba liberar Tierra Santa y garantizar la seguridad de los peregrinos. Cuatro años más tarde se puso en marcha y guió la séptima cruzada (1248-1254) que, como la mayor parte de los cruzados, consideró una peregrinación penitencial.

El escenario de los combates fue Egipto, donde los musulmanes capturaron a Luis. El rey se preocupó más por los otros prisioneros que por sí mismo y rechazó renegar de su fe. Fue liberado tras el pago de un rescate y siguió su camino hacia Tierra Santa, donde permaneció otros cuatro años en el intento de reanimar la tierras de Ultramar. Volvió a Francia cuando murió su amada madre, a la que había confiado la regencia. Como escribió su confesor Godofredo de Beaulieu, «su nuevo modo de vivir, traído de Tierra Santa, superaba en santidad su vida precedente». Retomó las obras de reforma política y moral, salvaguardando siempre los derechos de Dios. Adoptó medidas contra la blasfemia, el juego de azar, la prostitución, la usura, la inmoralidad en las tabernas. Difundió el principio de la presunción de inocencia para los imputados. En este periodo surgió la Sorbona, fundada por su capellán Robert de Sorbon.

En 1267 decidió emprender una nueva cruzada, desembarcando tres años más tarde en Túnez. En este país la disentería hizo enfermar, primero, a su hijo Juan Tristán y, más tarde, al propio rey, que murió el 25 de agosto de 1270 asistido espiritualmente por Godofredo de Beaulieu, al que le dijo estas últimas palabras: «Intentemos, por amor de Dios, hacer predicar e introducir la fe católica en Túnez». Su confesor relató que el santo entregó su alma a Dios a las tres de la tarde, como Jesús, sobre un lecho de «cenizas esparcidas con forma de cruz».

Patrono de: Francia, Tercer Orden Franciscano