San Ludgero
Era aún un niño cuando, en el año 753, vio al gran evangelizador de Alemania, san Bonifacio, que fue martirizado el 5 de junio del año siguiente en Dokkum, en Frisia, junto a otros 52 compañeros
San Ludgero (hacia 742-809) era aún un niño cuando, en el año 753, vio al gran evangelizador de Alemania, san Bonifacio, que fue martirizado el 5 de junio del año siguiente en Dokkum, en Frisia, junto a otros 52 compañeros. A Ludgero, nacido cerca de Utrecht de padres cristianos pertenecientes a la nobleza frisia, ese encuentro con Bonifacio y la noticia de su martirio le causaron una honda impresión. Incline desde pequeño a la vida espiritual, fue a estudiar a la escuela fundada por san Gregorio de Utrecht (hacia 700-775), que le enseñó las artes liberales y las bases de la teología. Continuó sus estudios en Inglaterra bajo la guía del beato Alcuino de York, cultísimo y uno de los mayores artífices del renacimiento carolingio. En el 777 fue ordenado sacerdote en Colonia.
Mientras tanto, enviado por san Alberico de Utrecht, había emprendido una misión en la Frisia oriental para reconstruir la iglesia de Deventer, destruida por los paganos, y para continuar también el trabajo apostólico de san Bonifacio. Permaneció en la región unos años, pero la revuelta guiada por el caudillo sajón Viduquindo, durante mucho tiempo adversario de Carlomagno, lo obligó a huir. En el 784 peregrinó a Roma y luego fue a Montecassino, donde vivió un par de años bajo la Regla benedictina, aunque sin pronunciar los votos. La rendición de Viduquindo, que recibió el bautismo, y la llegada de Carlomagno a Montecassino marcaron un giro en su vida: el soberano le confió una misión en Frisia, adonde Ludgero volvió en el año 787, lleno de entusiasmo y confianza en Dios. Gracias al conocimiento de la lengua y las costumbres de los frisios consiguió obrar numerosas conversiones, entre las cuales la del bardo Bernlef, al que el santo curó milagrosamente de la ceguera.
En el 793, Carlomagno le ofreció ser obispo de Tréveris, pero Ludgero declinó el ofrecimiento y le respondió sin embargo que estaba disponible para difundir el Evangelio entre los sajones. Una de las primeras acciones que llevó a cabo en su nueva misión fue fundar un monasterio en el lugar que a partir de entonces se llamó Münster, que nació precisamente como centro monástico. También la diócesis de Münster surgió por su iniciativa, convirtiéndose en su primer obispo. Entre sus muchas fundaciones de iglesias y monasterios, las más célebre es la abadía benedictina de Werden (privada de su uso religioso en el siglo XIX). Celebró su última Misa el Domingo de Pasión del año 809, muriendo serenamente pocas horas después en olor de santidad. Su tumba pronto se convirtió en meta de peregrinaciones.