San Juan Nepomuceno
No es raro, cuando se camina sobre los puentes y a lo largo de los ríos de varios países europeos, toparse con una estatua de san Juan Nepomuceno, mártir por la libertad de la Iglesia y patrono de los confesores, una «figura grandiosa» que «es de ejemplo y tiene dones para todos» (Juan Pablo II)
No es raro, cuando se camina sobre los puentes y a lo largo de los ríos de varios países europeos, toparse con una estatua de san Juan Nepomuceno, mártir por la libertad de la Iglesia y patrono de los confesores, una «figura grandiosa» que «es de ejemplo y tiene dones para todos» (Juan Pablo II). Se le llama Nepomuceno porque es originario de Nepomuk, en Bohemia. Nació alrededor del año 1345, estudió Teología y Jurisprudencia en la Universidad de Praga y a continuación prosiguió su formación en Padua, donde se licenció en Derecho Canónico en 1387. Catorce años antes había recibidos las órdenes sagradas, empezando a ejercer con gran humildad varios cargos eclesiásticos, como secretario del arzobispo, archidiácono, párroco, hasta llegar a ser canónico de la famosa Catedral de San Vito y vicario general de la archidiócesis de Praga.
Fue precisamente en Praga donde dio testimonio con su vida de su amor por Cristo y la Iglesia. Gracias a su brillante predicación se había convertido en predicador también en la corte de Wenceslao IV, rey de Bohemia y de Alemania, pero no dudó en oponerse enérgicamente al soberano cuando este pensó en violar la libertad de la Iglesia. De hecho, Wenceslao había ordenado que el monasterio de Kladruby se transformara en sede episcopal a la muerte del abad Racek, acaecida en 1393, porque quería designar a alguien de su agrado. Pero Juan, consciente del daño grave que ello conllevaba para el derecho canónico, ofreció resistencia al intento del rey y aprobó el nuevo abad elegido por los monjes. Este hecho enfureció a Wenceslao, que hizo encarcelar al santo y a otros tres eclesiásticos. Los cuatro fueron sometidos a terribles torturas con el fin de que aceptaran las peticiones del soberano. Todos cedieron, menos Juan.
Los verdugos continuaron torturándolo con todo tipo de suplicio, llegando incluso a quemarle con antorchas. Pero no cedió. Al final, cuando Juan ya estaba agonizando, Wenceslao ordenó que le arrojaran encadenado al Moldava, el río que atraviesa Praga. Era la noche del 20 de marzo de 1393. Toda la ciudad supo del delito porque, a la mañana siguiente, se halló su cuerpo en una de las orillas del río, rodeado de una luz extraordinaria. Cuatro documentos de la época dan testimonio de estos hechos (siglos más tarde, en ámbito protestante, se intentará negarlos): el primero consiste en un documento de acusación contra el rey, presentado a Bonifacio IX el 23 de abril de 1393 por el arzobispo Juan de Jenštejn, que viajó personalmente a Roma con el nuevo abad de Kladruby. En Praga, el Puente Carlos se convirtió rápidamente en un lugar de veneración y aún hoy se puede observar la lápida que recuerda el punto exacto desde el que fue arrojado el santo.
Unos sesenta años después del martirio, algunos anales históricos iniciaron a informar de otra noticia, a saber: que Juan -ante las reiteradas peticiones de Wenceslao de que le revelara los pecados de su esposa, Sofía de Baviera (1362-1386), la cual había elegido al Nepomuceno como director espiritual-, no queriendo violar el secreto de confesión, había rechazado tanto los halagos como las amenazas del soberano. El rey corrupto, que contaba entre sus vicios el abuso de alcohol, sospechaba de su esposa, a pesar de que se la considerase una persona muy devota, que oraba constantemente. Dado que la reina murió siete años antes que Juan, la circunstancia pudo también ser una concausa del consiguiente ensañamiento del rey contra el santo, venerado también como mártir del voto del secreto de confesión. San Juan Pablo II siempre fue particularmente devoto de este santo y lo puso como ejemplo para los seminaristas y los sacerdotes.
Patrono de: confesores, invocado contra las inundaciones y los ahogamientos; Bohemia.
Para saber más:
Carta de Juan Pablo II por el 250 aniversario de la canonización de Juan Nepomuceno (1979)