San Juan de Triora
Entre los misioneros que anunciaron a Cristo en China sin ceder a compromisos y hasta dar la vida, está san Juan de Triora (1760-1816)
Entre los misioneros que anunciaron a Cristo en China sin ceder a compromisos y hasta dar la vida, está san Juan de Triora (1760-1816), de la región de Liguria, canonizado por Juan Pablo II el 1 de octubre de 2000 junto con otros 119 mártires (beatificados en épocas diferentes y de quien el primero en el grupo del Martirologio es el indígena Agustín Zhao Rong), muertos en territorio chino entre 1648 y 1930.
El santo, en el mundo Francisco María Lantrua, había nacido en una familia acomodada, que lo envió a estudiar en las escuelas de los barnabitas. Aquí, enseguida surgió su vocación a la vida religiosa, que le llevó a pedir a sus padres el permiso para ir a Roma, donde le acogió un paisano suyo llamado Luis, provincial de los franciscanos. El 9 de marzo de 1777, pocos días antes de cumplir los diecisiete años, el joven vistió el sayo franciscano y asumió el nombre de Juan. Estudió filosofía y teología y en 1784 recibió la ordenación sacerdotal. En los siguientes 15 años se dedicó a la enseñanza de la teología y se le asignaron las funciones de padre guardián en varios conventos del Lacio, entonces territorio del Estado Pontificio.
En 1799 su vida dio un giro radical, porque fue enviado a China, donde llegó después de ocho meses de viaje. Transcurrió el primer periodo de su misión aprendiendo la lengua y las costumbres del lugar, comenzó a vestirse como un chino e inició su obra de evangelización en la provincia de Hunan. La misión de Juan se desarrolló con tranquilidad durante algún tiempo, pero después el emperador Kia-Kin inició a emitir actos hostiles contra los cristianos. La primera medida llegó en 1805, a la que siguieron dos importantes edictos en 1811, que pretendían castigar a los chinos que se preparaban para recibir las órdenes sagradas y a los religiosos que predicaban la conversión al cristianismo. Un decreto de 1813 dispensaba de los castigos imperiales a los que se decidieran a abjurar de su fe.
En este cuadro de creciente persecución, después de haber celebrado su última Misa, Juan fue arrestado el 26 de julio de 1815 junto a otros fieles chinos y acusado de subversión: «Ha entrado a escondidas, ha recorrido varias provincias, ha reunido discípulos». Los meses transcurridos en prisión y las torturas recibidas, con las que las autoridades intentaron que abjurase, no debilitaron de manera alguna su fe. Al contrario, la fortalecieron. Vista su tenacidad, el 7 de febrero de 1816 el sacerdote fue conducido al patíbulo en la ciudad de Changsha, donde los verdugos le ataron a una cruz y le estrangularon. Poco antes de ser ajusticiado, con una última obra maestra en el anuncio de Dios, san Juan había podido santiguarse. Señal que fue acompañada con las profundas cinco inclinaciones que había aprendido de los católicos chinos como agradecimiento a la Santísima Trinidad por sus cinco maravillas: la Creación, la Redención, el don de la fe, las gracias transmitidas por medio de los Sacramentos, y todas las otras gracias.