San Josemaría Escrivá
«O sabemos encontrar en nuestra vida ordinaria al Señor, o no lo encontraremos nunca», decía san Josemaría Escrivá
«O sabemos encontrar en nuestra vida ordinaria al Señor, o no lo encontraremos nunca», decía san Josemaría Escrivá (1902-1975). El fundador del Opus Dei tuvo el mérito de recordarnos que todos los hombres están llamados a la santidad, que se puede lograr sobre todo mediante la santificación del trabajo diario.
El segundo de seis hijos, nació en Barbastro (norte de España), hijo de un comerciante textil y una ama de casa, que le dio una sólida educación cristiana. Josemaría afrontó los dolores de su infancia, en la que vio a tres hermanas morir a poca distancia una de la otra, y al padre perder su trabajo. A los 15 ó 16 años de edad, después de observar las huellas dejadas en la nieve por un carmelita descalzo, se planteó: «Los otros hacen tantos sacrificios por Dios y por los demás, y ¿no podré yo ofrecerle nada?». Con esto presintió que Dios lo estaba llamando a una misión particular y decidió comenzar su camino hacia el sacerdocio.
Fue ordenado sacerdote a la edad de 23 años, pero pasaron tres más hasta tener claridad sobre el plan que Dios tenía con él. El 2 de octubre de 1928, siguiendo una inspiración mística, nació el Opus Dei. El fundamento de la Obra, como escribió el santo, era asegurarse de que los «cristianos, estando dentro del tejido de la sociedad civil - con su familia, sus amistades, su trabajo profesional, sus aspiraciones nobles - comprendan que su vida, tal y como es, puede ser ocasión de un encuentro con Cristo: es decir, que es un camino de santidad y de apostolado». Con todo esto, reunió a su alrededor a muchos laicos, ansiosos por vivir su vocación en el mundo. En 1930 comenzó la rama femenina. Con el estallido de la Guerra Civil española (1936-1939), durante la cual el frente anarquista-comunista mató a unos 6.800 católicos, incluidos religiosos y laicos, por odio a la fe, Josemaría se vio obligado, primero, a ejercer clandestinamente el ministerio sacerdotal y, más tarde, a abandonar Madrid con documentos falsos.
Al final del conflicto pudo reanudar la difusión de su instituto, cuyo logo es una cruz inscrita en un globo, una señal de que la luz de Cristo debe llevarse a todas partes. «La Cruz hay que insertarla también en las entrañas del mundo. Jesús quiere ser levantado en alto, ahí: en el ruido de las fábricas y de los talleres, en el silencio de las bibliotecas, en el fragor de las calles, en la quietud de los campos, en la intimidad de las familias, en las asambleas, en los estadios... Allí donde un cristiano dedique su vida honradamente, debe poner con su amor la Cruz de Cristo, que atrae a sí todas las cosas». El símbolo del Opus Dei le vino inspirado por una visión que tuvo el 14 de febrero de 1943, mientras celebraba la Misa. Además, en esta visión comprendió la solución que buscaba desde hacía tiempo para los sacerdotes que querían vivir el espíritu de su instituto. Ese mismo año fundó la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, a través de la cual pudo incardinar a los miembros laicos de la Obra que recibieron la ordenación y también a los sacerdotes diocesanos.
En 1946 se mudó a Roma, donde continuó promoviendo la expansión del Opus Dei en el mundo, siempre con buen humor y la capacidad de entrar en los corazones de las personas. También se convirtió en un escritor fecundo. Su escrito más famoso, titulado Camino y publicado hasta ahora con casi cinco millones de copias, contiene 999 pautas para la meditación. Estas pautas se dividen en capítulos que van desde la naturaleza hasta la vida sobrenatural, desde el Amor de Dios a la Virgen, hasta la perseverancia. Así escribió en el prólogo: «Lee despacio estos consejos. Medita pausadamente estas consideraciones. Son cosas que te digo al oído, en confidencia de amigo, de hermano, de padre. Y estas confidencias las escucha Dios [...]».
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