San Columbano por Ermes Dovico

San Heriberto de Colonia

Fue un pastor de almas que nunca dejó de pensar en las cosas de Dios y que no perdió la humildad ni siquiera cuando el emperador quiso que fuera su mano derecha en el Sacro Romano Imperio

Santo del día 16_03_2024 Italiano English

San Heriberto de Colonia (c. 970-1021) fue un pastor de almas que nunca dejó de pensar en las cosas de Dios y que no perdió la humildad ni siquiera cuando el emperador quiso que fuera su mano derecha en el Sacro Romano Imperio. Era hijo de un conde, y fue educado en la escuela de la catedral de Worms, su ciudad natal, y después en el monasterio benedictino de Gorze. Atraído por la vida monástica, maduró el deseo de hacerse monje benedictino, pero renunció porque el padre no lo aprobaba. Fue preboste de la catedral de Worms y ordenado sacerdote en el 994. Ese mismo año, el joven emperador Otón III (980-1002) le nombró canciller de Italia y, en 998, de Alemania, reuniendo por primera vez en la misma persona los dos cargos.

Heriberto acompañó varias veces al emperador a Italia. Durante uno de estos viajes fue nombrado arzobispo de Colonia (ministerio que llevará a cabo hasta su muerte), y el 9 de julio del 999 recibió la investidura y el palio del papa Silvestre II, siendo después consagrado el día de Navidad en la catedral de la ciudad, hasta donde caminó descalzo. Se encontraba de nuevo en Italia cuando Otón III murió en 1002, y lo asistió en su lecho de muerte. Se encargó de la comitiva para devolver el cuerpo sin vida a Alemania, junto con las insignias imperiales, y al inicio no quiso favorecer la sucesión del futuro Enrique II, pariente de Otón y marido de santa Cunegunda, quizás porque prefería a Herman II de Suabia, otro pretendiente al trono. Enrique II hizo que fuera encerrado en prisión durante un breve tiempo, pero después Heriberto le reconoció como soberano

Con el tiempo la relación con Enrique II mejoró. Heriberto le acompañó en un viaje a Roma, fue mediador con la Casa de Luxemburgo, apoyó la decisión del soberano de crear la diócesis de Bamberg, fundada en 1007 con el permiso del papa, y le ayudó lealmente de otras muchas maneras, actuando siempre como un hombre de Dios. El santo daba a los pobres todo el dinero que conseguía ahorrar, iba a las casas y los hospitales para asistir a los enfermos y tenía una intensa vida espiritual. Durante una gran sequía que afectó a Colonia, encabezó una procesión hasta la iglesia de san Severino, oró al Señor de rodillas ante el altar y, cuando se alzó, comenzó una abundante lluvia que salvó la cosecha. Por eso aún hoy se le invoca en caso de sequía, especialmente en la zona de Colonia.

En 1021 Enrique II, al que la Iglesia venera también, reconociendo las virtudes de Heriberto le pidió humildemente perdón por los errores que había cometido con él. El arzobispo, ya considerado santo durante su vida terrena, murió ese mismo año y fue sepultado en el monasterio benedictino de Deutz, que había fundado él mismo.