San Eduardo el Confesor

Antes de ser coronado rey de Inglaterra, san Eduardo el Confesor (1003-1066) había vivido gran parte de su vida en exilio. Fue precisamente durante este exilio cuando Eduardo maduró una gran fe y la capacidad de aceptar las tribulaciones...

Santo del día 05_01_2020 Italiano

Antes de ser coronado rey de Inglaterra, san Eduardo el Confesor (1003-1066) había vivido gran parte de su vida en exilio. Hijo de Etelredo el Indeciso y Emma de Normandía, en 1013, cuando aún era un niño, su madre les llevó a él y su hermano Alfredo a Normandía para huir de la invasión danesa de Inglaterra. Fue precisamente durante este exilio cuando Eduardo maduró una gran fe y la capacidad de aceptar las tribulaciones, prometiéndole a Dios que si su familia conseguía recuperar la corona él iría a Roma en peregrinación. Su madre volvió a Inglaterra poco después de la muerte de su marido porque el danés Canuto el Grande, que mientras tanto había accedido al trono, la pidió como esposa; Eduardo y su hermano permanecieron en Normandía, bajo la protección de su tío Ricardo. Entablaron una gran amistad con su primo Roberto I el cual, cuando se convirtió en duque de los normandos, intentó una expedición militar en tierra inglesa, que fracasó a causa de una tempestad, a fin de defender los derechos de sucesión de sus primos.

Después de varios sucesos, Eduardo fue llamado a Inglaterra en 1041 y el año siguiente, tras la muerte de su hermanastro Canuto II, subió al trono: su reino duró más de 23 años y estuvo marcado por la prosperidad. Diferentes autores refieren que era generoso con los pobres, iba a Misa a diario y trataba con respeto a cada uno de sus servidores. En 1045 se casó con Edith, hija del conde Godwin, uno de sus principales oponentes y, según la tradición, los dos vivieron el matrimonio en castidad. Su suegro no dejó nunca de asecharlo, pero Eduardo supo gestionar la situación: primero, exiliando a Godwin y, más tarde, devolviéndole su título para evitar una guerra civil. Mientras tanto, el rey había abolido el impuesto para el mantenimiento del ejército a fin de gravar menos a su pueblo; también había desmantelado la estable flota inglesa, llegando a un acuerdo con seis ciudades portuarias sobre el abastecimiento de las naves necesarias en caso de agresiones externas. Respecto al frente normando, se sentía seguro por los vínculos familiares y su amistad con Guillermo el Conquistador, hijo de Roberto I, mientras que el conflicto entre Dinamarca y Noruega le tranquilizaba respecto al peligro de una invasión vikinga.

Ya rey no se olvidó de la promesa que le hizo a Dios y les contó su juramento a sus colaboradores; sin embargo, estos le desaconsejaron que emprendiera un viaje tan largo por temor a que, durante su ausencia, sus enemigos internos pudieran arruinar el reino causando una guerra. Entonces Eduardo envió a algunos embajadores a Roma para consultar al papa, que le concedió que cambiara su promesa dando a los pobres el dinero ahorrado para el viaje, y comprometiéndose a construir un monasterio dedicado a san Pedro. El rey cumplió la voluntad pontificia: individuó un lugar cercano al Támesis, donde desde hacía tiempo existían una pequeña iglesia dedicada a san Pedro y un pequeño monasterio benedictino, e inició la reconstrucción añadiendo una gran donación de terreno alrededor.

Surgió así la primera iglesia inglesa de estilo románico, núcleo de la actual Abadía de Westminster (de culto anglicano a partir del siglo XVI), lugar tradicional para la coronación y sepultura de los soberanos ingleses y, después, británicos. La iglesia fue consagrada el 28 de diciembre de 1065, una semana antes de la muerte de Eduardo, canonizado en 1161 por Alejandro III (fue llamado «el Confesor» porque en esa época se llamaban así a los santos muertos por causas naturales y, también, para distinguirlo de san Eduardo el Mártir) y cuyas reliquias, después de algunas traslaciones entre los siglos XII y XIII, descansan todavía en la Abadía de Westminster.

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