San Blas
En el día de su fiesta litúrgica es costumbre la bendición de la garganta con dos velas en cruz, bendecidas el día antes durante la fiesta de la Presentación del Señor
El santo famoso por la protección de la garganta fue obispo de Sebaste, en la antigua Armenia Menor (hoy parte de Turquía central), donde sufrió el martirio en el 316 bajo Licinio, entonces augusto de Oriente. Poco tiempo después de haber promulgado junto con Constantino el edicto de Milán sobre la libertad de culto, Licinio había retomado las persecuciones contra los cristianos, ampliamente descritas en el libro décimo de la Historia Eclesiástica del contemporáneo Eusebio de Cesarea (c. 265-340). A esto hay que añadir las maquinaciones de Licinio contra el mismo Constantino, augusto de Occidente en esa época, y su cuñado, que lo derrotará en varias batallas entre el 316 y el 324.
Según un sinasario armenio, cuando recomenzaron las persecuciones, Blas se refugió en la montaña, donde apaciguaba a los animales y curaba a los enfermos que iban a él, y que lo conocían por su piedad y santidad de vida. El obispo era también médico, pero hacía muchas curaciones «no con las medicinas, sino con el nombre de Cristo». Al final le capturaron hombres de Agrícola, un gobernador al que Licinio había encargado perseguir a los cristianos. En ese momento operó su prodigio más famoso, salvando con sólo la fe a un niño que se estaba sofocando por una espina que le había ido de través. Le encarcelaron y le pegaron con bastones. Después le arrancaron la carne con los peines de hierro que se usan para cardar la lana y, por último, fue decapitado.
Blas forma parte del grupo de los llamados 14 Santos Auxiliadores, invocados en necesidades particulares, para los que, en el siglo XV, se instituyó una fiesta colectiva, suprimida en 1969 con la reforma del calendario. En el día de su fiesta litúrgica es costumbre la bendición de la garganta con dos velas en cruz, bendecidas el día antes durante la fiesta de la Presentación del Señor (o, si no se puede, el mismo día). El sacerdote bendice a los fieles con estas palabras: «Por la intercesión de San Blas, obispo y mártir, te libre Dios de todo mal de garganta y de cualquier otro mal. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo».
Patrón de: agricultores, cardadores, laringólogos, colchoneros, pastores; invocado contra las enfermedades de la garganta