Santa Marta de Betania por Ermes Dovico
HOMILÍA DEL CARDENAL SARAH

Lo que salva al mundo es el hombre que adora a Cristo

En Occidente prevalece una visión falsa de la religión vista como actividad al servicio del bienestar del hombre, pero Dios no está a nuestro servicio. Somos nosotros quienes debemos ponerlo en primer lugar y vivir para adorarlo y servirlo. Eso es lo que necesita el mundo. (De la homilía del cardenal Sarah en Santa Ana de Auray, en Francia).

Ecclesia 28_07_2025 Italiano English

Publicamos amplios extractos de la homilía pronunciada el sábado 26 de julio por el cardenal Robert Sarah, enviado especial del Papa León XIV, en el santuario de Santa Ana de Auray, en Bretaña (Francia), ante 30.000 fieles, con motivo del 400 aniversario de las apariciones de santa Ana. El texto original ha sido publicado por www.fr.aleteia

(…)

En este lugar, hace 400 años, santa Ana se apareció a Yvon Nicolazic para decirle: “Yvon Nicolazic, Me zo Anna, mamm Mari” (“Soy Ana, madre de María”, en bretón).

“Yvon, no temas, soy Ana, madre de María. Decidle a vuestro párroco, a vuestro sacerdote, que en la tierra llamada Bocenno —es decir, el lugar donde nos encontramos actualmente— se construyó en otro tiempo una capilla en mi nombre, la primera de toda la región. Desde hace 924 años y 6 meses está en ruinas, deseo que se reconstruya lo antes posible y que la cuiden, porque Dios quiere que se me honre, Dios quiere que vengan aquí en procesión”.

Queridos hermanos y hermanas, santa Ana le dijo a Yvon Nicolazic: “Dios quiere este lugar”.

Dios ha elegido esta tierra para hacerla un lugar santo, Dios ha querido que una parte de vuestra tierra, una parte de vuestro país, Francia, sea una tierra sagrada, una tierra reservada. Dios ha querido que vuestros antepasados no cultivaran este lugar, que no lo utilizaran para la ganadería o la agricultura. Lo ha elegido para que sea un lugar donde ser honrado. Hay aquí un gran misterio sobre el que meditar. Había muchas otras iglesias disponibles, muchos otros lugares posibles, pero Él eligió este. ¿Por qué?

En primer lugar, para decirnos que Dios está por encima de todo, que la gloria de Dios nos precede y no nos pertenece. Dios nos ha creado con un acto de amor gratuito, toda la creación es obra de sus manos, un don gratuito de su amor.

No nos merecemos su amor, Él nos amó primero, le debemos todo, ya que a Él le debemos la vida, el movimiento y el ser. Para nosotros, sus criaturas e hijos, honrar a Dios y darle gloria es un acto de justicia. Dar gloria a Dios no es una opción, es un deber, una necesidad. Es muy importante volver a tomar conciencia de ello sobre todo en vuestras sociedades que tienden a considerar a Dios como muerto, inútil, sin interés.

En Occidente se presenta con demasiada frecuencia la religión como una actividad al servicio del bienestar del hombre. La religión se asimila a acciones humanitarias, a actos de caridad, a la acogida de los migrantes y de las personas sin hogar, a la promoción de la fraternidad universal y de la paz en el mundo. La espiritualidad sería una forma de desarrollo personal útil para llevar un poco de alivio al hombre moderno, absorto en sus actividades políticas y económicas habituales. Aunque estos temas son importantes, esta visión de la religión es falsa.

La religión no es una cuestión de comida o de acciones humanitarias. En el desierto, es precisamente la primera tentación que Jesús rechaza. Para redimir a la humanidad es necesario superar la miseria del hambre y la pobreza, y eso es lo que el diablo propone al Señor. Pero Jesús responde que ése no es el camino de la redención. Nos hace comprender que, aunque todos tuvieran para comer hasta saciarse, aunque la prosperidad se extendiera a todos, la humanidad no estaría redimida.

De hecho, vemos cómo precisamente en los países del bienestar, de la riqueza y de la abundancia, el hombre se autodestruye, porque se olvida de Dios y solo piensa en la riqueza y en el bienestar terrenal. Lo que salva al mundo es el pan de Dios. Hay que alimentar al hombre con el pan de Dios, y el pan de Dios es Cristo mismo.

Lo que salvará al mundo es el hombre que se arrodilla ante Dios para adorarlo y servirlo. Dios no está a nuestro servicio. Somos nosotros los que estamos a Su servicio. Hemos sido creados para alabar y adorar a Dios. Es en la adoración donde descubrimos nuestra verdadera dignidad, el sentido último de nuestra existencia. Es arrodillándose ante Dios donde el hombre descubre su verdadera grandeza y nobleza. Y si no adoramos a Dios, acabaremos adorándonos a nosotros mismos.

Dios ha elegido este lugar para ser adorado, Dios ha elegido Francia para que sea como una tierra santa, una tierra reservada a Dios. No profanéis Francia con leyes bárbaras e inhumanas que promueven la muerte mientras Dios desea la vida. No profanéis Francia porque es una tierra santa, una tierra reservada a Dios. (...)

Y nuestra primera actividad es adorar, glorificar a Dios. Es la expresión más elevada de nuestra gratitud hacia Dios y la respuesta más hermosa de nuestra vida al amor excepcional que nos profesa. Para adorar a Dios hay que apartarse en silencio. Venid aquí, en el silencio del corazón, para escuchar a Dios. Esto es lo que llamamos entrar en actitud sagrada. Hay lugares sagrados, lugares reservados a Dios, elegidos por Dios. Estos lugares no pueden ser profanados por otras actividades que no sean la oración, el silencio y la liturgia.

Nuestras iglesias no son salas de espectáculos, ni salas de conciertos, ni espacios para actividades culturales o recreativas. La iglesia es la casa de Dios. Le está reservada exclusivamente a Él. Entramos en ella con respeto y veneración, vestidos decorosamente porque temblamos ante la grandeza de Dios. No temblamos por miedo, sino por respeto, asombro y admiración. (...)

Los lugares sagrados no nos pertenecen, son de Dios. La liturgia tiene como fin la gloria de Dios y la santificación de los fieles, y la música sacra es un instrumento privilegiado para favorecer la participación activa y consciente de los fieles en la celebración de los misterios cristianos.

Durante las apariciones, santa Ana le pidió a Yvon Nicolazic que se reconstruya la antigua iglesia y que se cuidase. Es difícil, es caro, es exigente, pero es la imagen de lo que Dios quiere hoy. Dios quiere que reconstruyamos su casa también hoy. Dios viene a decirnos hoy, a cada uno de nosotros: “He elegido tu alma, he elegido tu corazón como tierra sagrada para que me adores”.

Tu alma bautizada es un lugar sagrado, no la profanes abandonándola a las pasiones desordenadas y al espíritu del mundo, no la profanes quitándole a Dios el primer lugar. Si la iglesia de tu alma está en ruinas, escucha la llamada de Dios. Es hora de reconstruirla, de reconstruirla sobre la roca, el fundamento sólido sobre el que debemos edificar nuestra vida y nuestra esperanza.

Sí, es hora de reconstruir la iglesia de nuestra alma, es hora de confesarte, confiesa los pecados que has cometido con palabras o con acciones, de noche o de día, confésate en este tiempo favorable y en el día de la salvación recibirás el tesoro celestial. “Sobre todo, cuida tu alma”, nos dice san Cirilo de Jerusalén. Es hora de cuidarla, reservando cada día un tiempo verdadero de oración intensa y silenciosa. Es hora de expulsar los ídolos del dinero, de las pantallas, de la seducción fácil y vulgar. Dios quiere tu corazón, Dios quiere tu alma como quiso esta tierra de Bretaña. Tu alma es un lugar sagrado, cuídala. Solo en este santuario sagrado de tu alma Dios podrá hablarte, consolarte, devolverte a sí mismo con una conversión radical. Solo en este santuario interior podrás escuchar su llamada a la santidad, a ser adorador. “Sed santos porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo”. (...)

Si profanas este lugar interior de tu alma con una vida dominada por el pecado y las distracciones mundanas, corres el riesgo de pasar al lado de tu propia vida, corres el riesgo de no ser nunca verdaderamente tú mismo.

Queridos hermanos y hermanas, no le robemos a Dios el santuario sagrado de nuestra alma. Dios lo creó, Dios lo redimió, no profanemos nuestro cuerpo. Nuestro cuerpo es templo de Dios y el Espíritu de Dios habita en nosotros. No destruyamos este templo, porque el templo de Dios es sagrado, y este templo somos nosotros. Dios nos lo ha confiado para que lo cuidemos y podamos adorarlo en silencio. Dios lo quiere, Dios te quiere. (...)

Santa Ana trae un mensaje especial a este lugar, ella que, junto con san Joaquín, no tenía hijos debido a su avanzada edad. Su corazón probablemente estaba lleno de dolor e inquietud. Qué sufrimiento para el corazón de una mujer que aspira a ser madre y ve prolongarse su espera.

Cuánto se habrá preguntado santa Ana: “¿Es culpa mía? ¿Por qué esta prueba?”. Seguro que entre vosotros hay hombres y mujeres que sufren por no tener hijos. Seguro que entre vosotros hay padres cuyo corazón, como el de Santa Ana, está invadido por el sufrimiento, la angustia y la inquietud por hijos enfermos, hijos que han abandonado la fe, que parecen alejarse de Dios, o incluso por la familia, o por la patria que parece estar en peligro.

Nuestras pruebas y sufrimientos nos colocan a veces en un estado de profunda incomprensión. ¿Por qué la muerte de un hijo? ¿Por qué el sufrimiento de los inocentes? ¿Por qué la guerra? ¿Por qué la traición? ¿Por qué, Señor? A veces nos sentimos abandonados por Él. Aparentemente, Dios ya no existe, y para Europa, Dios ha muerto. ¿Tendríamos que rebelarnos? ¿Debemos pensar que Dios se ha vuelto indiferente? ¿Deberíamos abandonar la práctica religiosa porque no escucha nuestras oraciones? ¿Tenemos que dejar de rezar y de ir a misa los domingos?

Miremos a santa Ana y escuchemos su voz. ¿Qué hace? ¿Se rebela contra Dios? ¿Se aleja de Dios? No, permanece en adoración. Dios es más grande que nuestras incomprensiones, que nuestras dudas. Dios es más grande que nuestro corazón. Ante el mal, no tenemos respuestas prefabricadas, no tenemos respuestas humanas. Ante el mal solo tenemos una respuesta: la adoración. Nuestra única respuesta ante el misterio del mal es la adoración silenciosa. Sí, el mal es incomprensible, pero sabemos por la fe que la confianza adoradora en Dios es más fuerte que el absurdo del mal.

Santa Ana ha venido a decir aquí a los bretones, a toda Francia, y a través de ellos a los hombres de todos los países y de todos los lugares, que la adoración es el único remedio contra la desesperación. La fe en Dios y la adoración son los únicos remedios que pueden garantizar a los hombres una paz sólida y duradera.

A todos los que sufrís, me dirijo a vosotros: mirad a santa Ana. Todos los que estáis descorazonados por vuestros hijos, vuestros padres, vuestra patria: mirad a santa Ana. Como ella, perseveremos en la adoración. La adoración a Dios nunca nos defraudará. La adoración paciente y silenciosa de santa Ana permitió el nacimiento de María, la madre del Salvador, la más bella, la más pura, la más santa de todas las criaturas.

Todos vosotros cuyos corazones están llenos de dolor y pena: vuestra adoración dará fruto en la esperanza. La adoración perseverante y tenaz atraviesa las tinieblas y trae la luz de la esperanza.


 



1625-2025

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