San Bartolomé
El evangelista Juan nos ofrece un retrato fascinante de su figura, llamando a Bartolomé con el nombre con el que la tradición lo ha identificado: Natanael, en hebreo «Dios ha dado» o, también, «don de Dios»
La Iglesia celebra con una fiesta litúrgica el recuerdo del apóstol san Bartolomé, que los Evangelios nos presentan con un doble nombre. Los sinópticos lo llaman con su patronímico (que deriva del arameo bar Talmay, que significa «hijo de Talmay») y se limitan a citarlo en la lista de los Doce (Mt 10, 3; Mc 3, 18; Lc 6, 14). El evangelista Juan nos ofrece, en cambio, un retrato fascinante de su figura, llamando a Bartolomé con el nombre con el que la tradición lo ha identificado: Natanael, en hebreo «Dios ha dado» o, también, «don de Dios».
El Evangelio escrito por el discípulo predilecto introduce a Natanael en el primer capítulo (Jn 1, 43-51), el que tiene más 'datos' sobre los primeros encuentros de Jesús con algunos de sus discípulos. Es Felipe el primero en contarle a su amigo la alegría de ese encuentro que le ha marcado en lo más profundo, hasta convencerle de que en ese carpintero de Nazaret se oculta, en carne y hueso, el Mesías anunciado por los profetas. «¿De Nazaret puede salir algo bueno?», le responde Natanael, originario de la cercana Caná (Jn 1, 46) y verosímilmente conocedor de las Escrituras, que indicaban a Belén como lugar de nacimiento del Mesías. Aún no podía conocer toda la historia… pero Felipe, que ya había visto, le responde de manera significativa: «Ven y verás». Poco después, ese hombre duro a primera vista recibirá de Nuestro Señor, en el momento de irle al encuentro, una de las alabanzas más grandes transmitidas por los textos evangélicos: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño».
Inmediatamente, ante su comprensible asombro («¿De qué me conoces?»), llega la segunda revelación de Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Solo el cielo sabe qué vio en ese instante Jesús en su futuro apóstol y qué pensamientos había en el alma de Bartolomé, pero debió de ser algo tan humanamente insondable que hizo que el escéptico Bartolomé exclamara en una sincera y elevadísima profesión de fe: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». El Dios hecho hombre, la Verdad encarnada fue reconocida de inmediato por el israelita «en quien no hay engaño». A él, Jesús le garantizó un momento después: «[…] Has de ver cosas mayores».
El primero de los grandes signos lo vio, con toda probabilidad, tres días después, en la boda de Caná, a la que Jesús había sido invitado con sus discípulos. Tras la venida del Espíritu Santo en Pentecostés, el Nuevo Testamento no nos da más informaciones sobre él, pero ciertamente con su apostolado obedeció al mandamiento inicial del Señor («Id por todo el mundo y predicad el evangelio»). La tradición le atribuye diversos viajes misioneros. Predicó en Licaonia, después atravesó Oriente Medio y llegó, como escribe el historiador Rufino de Aquilea (345-411), hasta la India Citerior, es decir, la parte occidental del subcontinente indio. Según la tradición citada por Eusebio de Cesarea (c. 265-340) en su Historia Eclesiástica y, más tarde, por san Jerónimo, Bartolomé dejó a los indios un manuscrito con el Evangelio de Mateo «en la escritura de los judíos» que aún seguía estando íntegro un siglo más tarde, cuando san Panteno (†200) llegó a la comunidad cristiana de la India.
Por lo demás, se sabe que la última misión del apóstol tuvo lugar en Armenia, donde siguió predicando y llevando a cabo milagros en nombre de Cristo, destruyendo ídolos y convirtiendo a muchas personas. Con todo ello suscitó la ira de los sacerdotes paganos, que consiguieron azuzar contra él a Astiages, el hermano del rey. Fue decapitado después de ser desollado vivo. Esta tradición ha inspirado a muchos artistas, entre los cuales Miguel Ángel, que en su Juicio Universal en la Capilla Sixtina representó a san Bartolomé sujetando con su mano izquierda su propia piel (sobre la que se considera que el artista pintó su autorretrato). En lo que respecta al complejo caso de sus reliquias, hay que recordar que una buena parte de las mismas están custodiadas en la Basílica de San Bartolomé en Benevento, donde a lo largo de los siglos se han llevado a cabo cuatro reconocimientos de las mismas. Algunos fragmentos óseos se encuentran en la Basílica concatedral de Lipari.
Patrono de: Armenia; zapateros, comerciantes y curtidores, granjeros, pintores, carniceros, encuadernadores; invocado contra las enfermedades de la piel