San Anastasio I
Fue capaz de desempeñar un papel decisivo en la defensa de la ortodoxia.
El pontificado de san Anastasio I (fallecido en el año 401) duró sólo dos años. Subió al trono petrino el 27 de noviembre de 399. Fue capaz de desempeñar un papel decisivo en la defensa de la ortodoxia, ganándose la admiración del contemporáneo san Jerónimo, que escribió un elogio para exaltar su santidad y riqueza en la pobreza.
Nacido en el seno de una noble familia romana, según el Liber Pontificalis fue él quien hizo construir la basílica antes conocida como Crescenziana, en el lugar donde hoy se encuentra la basílica de San Sixto Vecchio.
Entre sus primeras acciones en el campo doctrinal hay que recordar la enérgica lucha contra el donatismo, una herejía que desgarraba las provincias del norte de África y que vinculaba la validez de los sacramentos a la dignidad de los ministros, en esa época combatida por san Agustín y ya refutada por los escritos de san Optato de Milevi (†385), que había explicado que los sacramentos son eficaces ex opere operato (es decir, “por el hecho mismo de que la acción se realiza”) porque en ellos actúa Cristo mismo (sacramenta per se esse sancta, non per homines, escribió Optato) independientemente de las cualidades morales de los ministros intermediarios. Anastasio condenó pública y formalmente el donatismo, ratificando las decisiones tomadas en el año 400 por el primer Concilio de Toledo.
La sabiduría del pontífice fue también decisiva para resolver la llamada primera crisis origenista, nacida de las controversias sobre los escritos del influyente teólogo alejandrino Orígenes (185-254), que contenían algunos errores graves que Jerónimo señaló a Anastasio a través de sus amigos. El Papa también fue instado por las cartas y embajadores del obispo de Alejandría, Teófilo, y constatando la incompatibilidad de parte del pensamiento origenista con la doctrina católica condenó las “proposiciones blasfemas” que le habían sido presentadas. Escribió varias cartas sobre el origenismo, una de las cuales estaba dirigida al obispo de Milán, san Venerio, mientras que quedan pocos restos de la vasta correspondencia dirigida a las personalidades de diferentes países. Además de Jerónimo y Agustín, mostró gran aprecio y sensibilidad por san Paulino de Nola, lo que confirma la buena disposición de carácter de Anastasio y la importancia que tuvo en el cristianismo.