Rendir cuentas a Jesús
Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos. (Mt 21,43)
Escuchad otra parábola: «Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó lejos. Llegado el tiempo de los frutos, envió sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último, les mandó a su hijo diciéndose: “Tendrán respeto a mi hijo”. Pero los labradores, al ver al hijo se dijeron: “Este es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia”. Y agarrándolo, lo sacaron fuera de la viña y lo mataron. Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?». Le contestan: «Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo». Y Jesús les dice: «¿No habéis leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”? Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos». (Mt 21,33-43)
Jesús intenta enseñar con parábolas a los jefes de los sacerdotes y del pueblo del templo que el don de haber nacido judíos es una responsabilidad de la cual Dios les pedirá que rindan cuentas. De hecho, los dones que Dios da a los hombres en la vida terrena están sujetos al tiempo por lo que, una vez recibidos, un día habrá que devolverlos. Los dones tienen que ser compartidos para que puedan multiplicarse, como la semilla, que solo si muere da fruto. Hoy, cuando recemos, acordémonos que un día tendremos que rendir cuentas a Jesús.