¿Quién encuentra a Jesús?
Simón y sus compañeros fueron en su busca. (Mc 1, 36)
Y enseguida, al salir ellos de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a la casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, e inmediatamente le hablaron de ella. Él se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y cómo los demonios lo conocían, no les permitía hablar. Se levantó de madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron en su busca y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca». Él les responde: «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido». Así recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios. (Mc 1, 29-39)
Hay momentos en los que Jesús parece ausentarse de nosotros, y lo hizo incluso durante su vida pública. Uno de estos momentos es, por ejemplo, el de la oración. Algunos encuentran a Jesús, pero no todos. Son los discípulos los que le encuentran porque tienen más sed de Él que de sus signos prodigiosos. Los que le siguen, le encuentran, no porque tengan necesidad de Él sino porque Lo desean. Recemos para que busquemos a Jesús por amor, no por su consuelo.