Purificar nuestro corazón
Lo que sale de dentro del hombre, eso sí hace impuro al hombre. (Mc 7, 20)
Llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo: «Escuchad y entended todos: nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre». Cuando dejó a la gente y entró en casa, le pidieron sus discípulos que les explicara la parábola. Él les dijo: «¿También vosotros seguís sin entender? ¿No comprendéis? Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre, porque no entra en el corazón sino en el vientre y se echa en la letrina». (Con esto declaraba puros todos los alimentos). Y siguió: «Lo que sale de dentro del hombre, eso sí hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los pensamientos perversos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro». (Mc 7, 14-23)
Uno de los pesos que heredamos del pecado original es la concupiscencia con la que tendemos, como afirma san Pablo en la Carta a los Romanos, a realizar el mal que no queremos en vez del bien que deseamos (Rm 7, 18-25). Recibamos con devoción los sacramentos para permitir que la Gracia de Dios purifique nuestro corazón, donde nacen y se cultivan los propósitos del mal.