San Dionisio el Areopagita por Ermes Dovico
EL EXTRAÑO DESTINO

Palestinos: todos los defienden pero nadie los quiere

Desde 1948, muchos han hablado en nombre de la causa palestina, pero siempre la han utilizado para otros fines: desde los países árabes con un objetivo antiisraelí, hasta los pro palestinos y la Flotilla de estos días.

Internacional 03_10_2025 Italiano English

Pobres palestinos: de palabra todos los defienden, pero en la práctica todos los utilizan. De Israel ni hablamos: es demasiado evidente que, al menos para este Gobierno y para quienes lo apoyan, los palestinos ni siquiera deberían existir. Lo que está ocurriendo en Gaza es elocuente, a pesar de los intentos propagandísticos de minimizarlo o justificarlo.

También Hamás es un enemigo para la población palestina, quizá incluso el principal enemigo, no solo porque la lógica del terrorismo únicamente puede conducir a un crescendo de represalias y venganzas. Lo es sobre todo porque los milicianos no tienen escrúpulos en utilizar a los civiles como escudo para maximizar el impacto emocional que tienen los ataques israelíes en la opinión pública mundial: cuantos más civiles palestinos mueran, más condenas habrá para Israel. Incluso las masacres del 7 de octubre tenían como objetivo provocar la reacción vengativa de Israel, con todo lo que ello conllevaba en términos de apoyo internacional a la causa palestina.

Tampoco hay que olvidar que los palestinos nunca han gozado de gran simpatía entre los gobiernos árabes. A lo largo de los años la causa palestina ha sido promovida por los países de la región, pero siempre desde una perspectiva antiisraelí. Y siempre desde esta perspectiva se les ha dejado como refugiados en los países que les acogieron tras la primera guerra árabe-israelí de 1948 —expulsados o huidos de lo que se había convertido en el Estado de Israel— con la excusa de reclamar su regreso. Sin embargo, allí donde eran más numerosos, también fueron mal tolerados por la molesta tendencia de sus líderes a constituir un Estado dentro del Estado en el que eran simplemente huéspedes.

Recordemos, por ejemplo, el “septiembre negro” en Jordania, ese mes de 1970 que culminó con la sangrienta represión de los palestinos por parte del rey Hussein, que escapó de un triple atentado. Decenas de miles de palestinos fueron asesinados, un balance comparable al actual en Gaza. Y también se recordarán las tensiones provocadas por su presencia en el Líbano, que desembocaron en la sangrienta guerra civil libanesa (1975-1990). Es significativo que, incluso hoy en día, los demás países árabes se muestren reacios a acoger a los palestinos que eventualmente deseen abandonar la Franja de Gaza. También hay que decir que no se ha visto una reacción tan dura en el mundo árabe en estos dos años de fuertes ataques israelíes en la Franja: evidentemente, las prioridades de la política regional han cambiado.

En cuanto a los llamados movimientos pro-palestinos en Occidente, la situación de Gaza es solo un pretexto para justificar la revuelta social: la violencia de estos días en muchas ciudades italianas lo demuestra, y también la famosa “Flotilla” —interceptada por la marina israelí— ha servido más para promocionar a quienes la promovieron y apoyaron que a la población que sufre en Gaza.

Como también ha señalado acertadamente el cardenal Pierbattista Pizzaballa, patriarca latino de Jerusalén: la decisión de enfrentarse directamente a las fuerzas armadas israelíes “no aporta nada al pueblo de Gaza, no cambia en absoluto la situación en Gaza”, ha asegurado. En realidad, la Iglesia católica es una de las pocas presencias que se preocupan por el destino de la población: una presencia que ayuda diariamente en la medida de lo posible y una voz autorizada que llama la atención sobre el sufrimiento de los civiles palestinos y las trágicas consecuencias de la guerra desatada. Pero, sobre todo, recuerda que la oración es la primera arma para construir la paz.