Navidad en África: los países donde se celebra bajo el terror
En el norte y en los estados centrales de Nigeria, en Burkina Faso y en el norte de Mozambique, la Navidad se convierte en un día en el que se corre más riesgo que nunca de sufrir un atentado yihadista, pero los fieles perseveran en su fe, a pesar de todo.
Esta Navidad será difícil para muchos cristianos de todo el mundo que se preparan para vivirla en condiciones críticas. “No cedáis a la desesperación y al miedo, sino permaneced firmes en la esperanza y en la fe”, reza la exhortación de la Iglesia nigeriana a los fieles que viven en el noreste y en la franja central del país y que cada año temen, por su larga y dolorosa experiencia, la intensificación de los ataques terroristas contra sus iglesias y sus comunidades al acercarse las fiestas navideñas.
En los estados del noreste de Nigeria, de mayoría islámica, la amenaza proviene de Boko Haram e Iswap, dos grupos yihadistas afiliados respectivamente a Al Qaeda y al ISIS. En los estados centrales, son bandas de musulmanes de etnia fulani las que siembran el terror entre los cristianos, sobre todo en las zonas rurales, donde atacan las aldeas y a menudo las incendian, después de saquear las cosechas, el ganado y los vehículos, para que los habitantes se vean obligados a marcharse para siempre, privados de todos sus bienes y sin hogar. Además, allí y en el noroeste, a la violencia yihadista se suma la de los “bandidos”. Así se denomina genéricamente en Nigeria a los delincuentes autores de secuestros con fines de extorsión, que se han convertido en una verdadera plaga social por el número de personas afectadas. En un mes han sido secuestrados varios fieles en dos iglesias, atacadas con pocos días de diferencia, y más de trescientos estudiantes y doce profesores de una escuela católica.
La petición de las autoridades religiosas y las asociaciones al Gobierno nigeriano es que se intensifiquen las medidas de seguridad para proteger a las comunidades y que no se limite a advertir a los cristianos. Recomiendan a los fieles que se mantengan alerta, pero que no renuncien a las diversas celebraciones durante el Adviento y la Navidad. El padre George Omaku Ehusani, director de la organización no gubernamental nigeriana Lux Terra Leadership Foundation, explica: “El Gobierno emite avisos de seguridad. Recomienda no realizar vigilias nocturnas, y si es necesario practicar rituales en la iglesia, no hay que quedarse mucho tiempo y conviene tener cuidado. Pero si no podemos participar en las celebraciones de Nochebuena por miedo —afirma—, entonces significa que la ideología extremista de los yihadistas de Boko Haram está ganando, porque no quieren que los cristianos practiquen su fe. Si la gente tiene demasiado miedo de ir a la iglesia, entonces su ideología gana”.
Al oeste de Nigeria, en Burkina Faso, los cristianos que viven en los territorios infestados por los yihadistas no tienen otra opción. No renuncian a celebrar la Navidad, pero se ven obligados a evitar las celebraciones nocturnas y, sobre todo, la misa del gallo. En la diócesis católica de Kaya, desde hace diez años, la misa de medianoche se adelanta y se celebra antes de que anochezca por motivos de seguridad, para evitar que los fieles tengan que desplazarse de noche. Pero este año, otras diócesis han decidido, aunque muy a su pesar, seguir su ejemplo. Durante años, grupos yihadistas han estado activos en el norte del país, en la frontera con Níger y Malí. Pero, desde que en 2022 los militares tomaron el poder con dos golpes de Estado con pocos meses de diferencia, la situación se ha deteriorado rápidamente. Al igual que en Mali y Níger, y aún más, el radio de acción de los yihadistas, la intensidad y la frecuencia de sus ataques y atentados han aumentado exponencialmente. Ahora controlan el 40% del territorio nacional y más de un millón de cristianos se han visto desplazados y alojados en campos de refugiados. Los que aún tienen una iglesia pueden considerarse afortunados.
En las regiones orientales y septentrionales solo sigue siendo accesible el 5% de las parroquias. En la diócesis de Dori, por ejemplo, solo hay dos parroquias activas y el obispo solo puede desplazarse hasta ellas en helicóptero o protegido por una escolta militar.
Las misas, incluso la del gallo, deben celebrarse antes de que anochezca, pero todas las iglesias que siguen abiertas estarán abarrotadas, como siempre y a pesar de todo: “Los cristianos de Burkina Faso mantienen viva su fe, perseveran en la oración y no pierden la esperanza”, asegura, citando a Tertuliano, monseñor Théophile Naré, obispo de Kaya, entrevistado por Ayuda a la Iglesia Necesitada. “La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos. Si el enemigo cree que puede extinguir el cristianismo, está perdiendo el tiempo. El cristianismo está creciendo en África”. Los hechos le dan la razón. En marzo, dos millones de fieles participaron en las celebraciones del 125º aniversario de la evangelización del país, que tuvieron lugar en el santuario mariano de Yagma.
Será una Navidad vivida en la fe y en el dolor también para los cristianos de la provincia de Cabo Delgado, en el norte de Mozambique, víctimas de la violencia yihadista de la que es responsable al-Sunnah Jama'ah, un grupo afiliado al ISIS, activo desde 2017. Los desplazados son más de cien mil. Casi todos viven en campos de refugiados. “Son personas que han visto morir degollados a sus hijos, maridos y vecinos a manos de los yihadistas. Son niños que han visto matar o secuestrar a sus madres. Han tenido que abandonarlo todo, sus casas, sus campos, su ganado y todas sus demás pertenencias”. Así describen a los desplazados, hablando con Ayuda a la Iglesia Necesitada, los catequistas de uno de los campos, Ntele, donde se acoge y se atiende a más de trescientas familias. Los encuentros con los desplazados y las funciones religiosas se celebran en una capilla o al aire libre, a la sombra de los árboles.
Los fieles del norte de Mozambique no solo carecen de iglesias, cerradas por motivos de seguridad o reducidas a escombros por los yihadistas. También carecen de sacerdotes. Son tan pocos que no pueden visitar todas las comunidades y ponerse en contacto con todos los fieles. Hay campos de refugiados y comunidades que solo son visitados una vez al año por sus sacerdotes. Al igual que en Ntele, en toda la región los catequistas se esfuerzan incansablemente entre mil dificultades, incluso prácticas. Incluso los textos sagrados de que disponen, proporcionados por las diócesis, son escasos y deben utilizarlos por turnos. Para muchos cristianos del norte de Mozambique, este año no se trata de saber si la Misa de medianoche deberá adelantarse porque ningún sacerdote podrá ir a celebrarla para ellos.
