Opción Patricio: el renacimiento pasa por el anuncio de Cristo
En un Occidente que está cayendo en nuevas formas de paganismo, no basta con protegerse de la cultura dominante. Hay que imitar a san Patricio, que convirtió a la pagana Irlanda en una isla de santos con una floreciente civilización.

El 17 de marzo se celebra en toda la Iglesia católica la fiesta de San Patricio, evangelizador de Irlanda. Esta fiesta se celebra en muchas partes del mundo, ya que la diáspora irlandesa de los dos últimos siglos, debida sobre todo en el siglo XIX a la terrible miseria causada por la explotación colonial británica, hizo que los inmigrantes irlandeses se llevaran consigo a otras partes su gran fe católica. Una fe transmitida a lo largo de los siglos, incluso a través de terribles persecuciones. En el origen estaba el anuncio de Cristo que san Patricio realizó en el siglo V y que convirtió esta isla de orgullosos guerreros en una isla de santos.
Hoy la historia y el testimonio de san Patricio son más actuales que nunca. Incluso se podría hablar de una “Opción Patricio” para la secularizada sociedad occidental de hoy. Las ideologías dominantes, en particular la woke y la cancel culture, están orientando a la sociedad hacia formas de neopaganismo. Una vez abandonadas las teorías del ateísmo y el agnosticismo clásicos, en la práctica están resurgiendo sugestiones del paganismo antiguo, precristiano, con todo su bagaje de culto a los ídolos, supersticiones y ritos oscuros e inquietantes.
El neopaganismo busca erradicar el cristianismo restaurando los horrores paganos y, concretamente los ídolos y la superstición. La tecnología moderna no hace más que incrementar la difusión del neopaganismo, aumentando su alcance. También está entrando en escena una forma de paganismo de alta tecnología, sobre todo con la introducción de la inteligencia artificial y su mal uso.
Una crisis que es necesario afrontar buscando una nueva perspectiva de la presencia cristiana en el mundo. En los últimos años se ha hablado mucho de la llamada “Opción Benedicto” que ideó el intelectual estadounidense Rod Dreher, y que suscitó cierto interés en el mundo católico. Una opción que, en resumen, proponía una especie de “retirada de la sociedad” siguiendo el ejemplo de las comunidades monásticas fundadas por San Benito de Nursia; una especie de sociedad paralela. Sin embargo, protegerse de la cultura dominante tal y como propone la “Opción Benedicto” no es suficiente en sí mismo. Los cristianos tienen el deber de hacer mucho más.
Por lo tanto, nos gustaría lanzar nuestra modesta propuesta: la “Opción Patricio”. En el siglo V este misionero nacido en Bretaña se dirigió a Irlanda, una isla donde ni siquiera las legiones romanas habían desembarcado nunca, una isla de orgullosos guerreros tan paganos como los germanos. Patricio logró evangelizar Irlanda y dar origen a una civilización extraordinaria. Los dos primeros siglos de la Irlanda cristiana pueden definirse como la época de los santos: una verdadera edad de oro del cristianismo irlandés. En poco tiempo, Irlanda vio nacer y desarrollarse una civilización cristiana completamente original.
Patricio había hablado y predicado en la antigua lengua celta, había estudiado las costumbres y usos irlandeses, había sabido aprovechar las creencias existentes para transfigurarlas. La actividad de la Iglesia en Irlanda no se tradujo en una mera destrucción de los ritos paganos y las costumbres ancestrales, sino en su asimilación, purificación y transformación. Cuando los irlandeses se convirtieron al cristianismo, Patricio abolió aquellos ritos profanos que eran un homenaje al demonio, al tiempo que valoraba el arte y la cultura precristiana celta.
Una de las grandes novedades introducidas por la evangelización en Irlanda fue la adopción del alfabeto latino que permitió a los irlandeses intensificar el uso literario de su lengua, componiendo poemas, comentando textos religiosos, desarrollando los antiguos ciclos épicos, transmitidos durante mucho tiempo solo de forma oral.
Después de la literatura griega y latina, la literatura gaélica se convirtió así en la más antigua de Europa, expresión de aquella sociedad de hombres cultos en la que se había insertado la Iglesia: hombres educados en la recitación cuidadosa de las enseñanzas orales. El clero irlandés siguió aprovechando esta cultura tradicional, derivada sin contaminaciones de la de los antiguos celtas, acompañándola de un estudio cuidadoso y apasionado de las Sagradas Escrituras, como atestiguan ciertos manuscritos del siglo VIII, en los que los monjes glosaban y comentaban los textos eclesiásticos latinos en la lengua del pueblo y ponían su erudición al servicio de este.
Este aspecto de creatividad del cristianismo irlandés también impresionó a los estudiosos más prestigiosos de la Edad Media, como por ejemplo el historiador Jacques Le Goff, quien escribió: “Sin dar vida a iglesias nacionales, el cristianismo celta, y en particular el irlandés, se distinguió por su marcada originalidad. Los aspectos más llamativos de esta originalidad fueron, sin duda, la riqueza de las iniciativas misioneras y la excepcional producción artística”.
La Iglesia irlandesa fundada por Patricio atravesó los siglos y resistió a las invasiones vikingas, así como a las terribles persecuciones llevadas a cabo por los ingleses tras la escisión de Enrique VIII. Patricio fundó la Iglesia irlandesa mientras el Imperio Romano se derrumbaba. No se preocupó por apuntalar instituciones decadentes, sino que se comprometió a construir una nueva civilización basada en el cristianismo, y transformó a los bárbaros paganos en monjes, eruditos y caballeros. Por todo esto, realmente valdría la pena intentar poner en marcha con valentía una “Opción Patricio”.
Hablar de la “Opción Patricio” significa, por tanto, subrayar el papel misionero y de testimonio que debe tener la Iglesia. Un testimonio que debe llevarse a cabo en un contexto diferente al que vivió el apóstol de Irlanda: se dirigió a paganos en busca de la verdad que acogieron con entusiasmo el anuncio de Cristo, mientras que hoy vivimos en una sociedad que ha conocido a Cristo, pero lo ha rechazado. Sin embargo, al igual que Patricio, tenemos que partir de la Anunciación, del anuncio de la verdad cristiana sin peros, y al mismo tiempo tratar de captar lo bueno que existe, según el método de san Pablo, “examinadlo todo y quedaros con lo bueno”, tratando de estar en el mundo sin ser del mundo. Un método exigente, pero que puede dar frutos extraordinarios.