No es culpa de la tempestad
¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe? (Mt 8, 26)
Subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron. En esto se produjo una tempestad tan fuerte, que la barca desaparecía entre las olas; él dormía. Se acercaron y lo despertaron gritándole: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!». Él les dice: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?». Se puso en pie, increpó a los vientos y al mar y vino una gran calma. Los hombres se decían asombrados: «¿Quién es este, que hasta el viento y el mar lo obedecen?». (Mt 8, 23-27)
Podemos pensar que el miedo de los apóstoles durante la tormenta es debido a la violencia con la que las ondas sumergen la barca. Nada de todo esto. Jesús recrimina a sus discípulos la poca fe en Él. Es dicha falta de fe la que genera el miedo, no la dificultad debida a la tormenta. A través del miedo, el diablo nos puede tentar pero nunca nos vencerá si ponemos a Dios en el centro de nuestra vida. Confiemos en Jesús en cada dificultad de nuestra jornada, para que no nos abandonemos al miedo cuando nos enfrentemos a las grandes pruebas de la vida.