Necesitados de sentido
Yo soy la verdadera vid. (Jn 15,1)
«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos». (Jn 15,1-8)
La vida de los hombres, al contrario que la de los animales, necesita de un sentido. Su deseo de felicidad sin límites puede ser apagado solo por aquel que no tiene límites de tiempo: Dios. Nosotros somos como “ceros” que adquieren significado solo si precedidos por el uno. Este “uno” es Jesús, el Único Dios que se ha hecho hombre para salvarnos. Por esto él es la verdadera vid que nos da vida a nosotros, que somos los sarmientos y no podemos vivir sin él.