Martirio de san Juan Bautista
Ofreció su vida para prevenir a los hombres, hasta el final, sobre la realidad del pecado y para testimoniar la Verdad hecha carne
Con el ejemplo de su martirio san Juan Bautista preanunció los terribles sufrimientos de Jesús, sellando así su misión de precursor. La fecha del 29 de agosto la podemos rastrear hasta la dedicación de una pequeña basílica (que se remonta al siglo V) en honor del Bautista, edificada en el lugar de su sepulcro, en Sebaste, Samaria. La misma fecha aparece en los sacramentarios romanos, en los que la fiesta litúrgica del día de su nacimiento al Cielo (que se añade a la celebración de su Natividad el 24 de junio) era denominada Passio o Decollatio; según el Martirologio, en ese día había tenido lugar el segundo hallazgo de la cabeza de san Juan Bautista, que el papa Inocencio II (1130-1143) hizo trasladar a la iglesia de San Silvestre in Capite, Roma.
Por los Evangelios y la tradición sabemos que Juan Bautista había sido arrestado y encadenado por orden de Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande (responsable de la masacre de los Santos Inocentes), a causa de la concubina Herodías, esposa de su hermano Filipo. El santo, de hecho, le había dicho claramente al tetrarca: «No te es lícito tener la mujer de tu hermano» (cfr. Mc 6, 17-29). Mientras la pecaminosa convivencia y el adulterio continuaban, llegó el día del cumpleaños de Herodes, que quedó cautivado al ver danzar a la hija de Herodías, Salomé, hasta el punto de jurar delante de todos los comensales: «Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino». Y Salomé, tras consultarlo con su madre, le pidió que le entregara enseguida, sobre una bandeja, la cabeza de Juan Bautista.
Así acabó la vida terrenal del último y más grande de los profetas, decapitado por un guardia de Herodes. En cuanto supieron la noticia, los discípulos de Juan «recogieron el cadáver, lo enterraron, y fueron a contárselo a Jesús» (Mt 14, 12). Gracias a las Antigüedades judías de Flavio Josefo (Jerusalén, 37 - Roma, 100) sabemos que el encarcelamiento y el martirio del Bautista tuvieron lugar en la fortaleza de Maqueronte, en la orilla oriental del Mar Muerto.
La «lámpara que arde y resplandece», como Jesús llamó a Juan Bautista, ofreció su vida para prevenir a los hombres, hasta el final, sobre la realidad del pecado y para testimoniar la Verdad hecha carne. San Beda el Venerable dijo: «San Juan sufrió la cárcel y las cadenas como testimonio de nuestro Redentor, porque debía prepararle el camino. Dio la vida por Él, a pesar de que no se le conminara a renegar de Jesucristo, sino solo a callar la verdad. Con todo, murió por Cristo. Cristo ha dicho: Yo soy la Verdad (Jn 14, 6), por lo que precisamente por Cristo derramó su sangre, porque la derramó por la verdad. Y dado que con su nacimiento, su predicación y los bautismos que realizaba daba testimonio de Aquel que debía nacer, que predicaría y bautizaría, al sufrir señaló que también Cristo sufriría. […] Sin embargo, a personas como él no debía resultarles difícil, sino más bien fácil y hermoso soportar, por la verdad, los tormentos transitorios, pues fueron compensados con el gozo eterno».
Patrono de: hoteleros, baptisterios, cantores, prisioneros, cardadores, condenados a muerte, monjes, músicos, peleteros, sastres, expósitos