Santos Ángeles Custodios por Ermes Dovico
TRAMPA

Las entrevistas relámpago que oscurecen el papel del Papa

Se multiplican los encuentros improvisados de León XIV con los periodistas: un mecanismo que se alimenta de preguntas directas y respuestas inciertas o problemáticas. Pero si el papado se degrada a un bazar de opiniones, se alimenta la confusión en vez de confirmar la fe.

Ecclesia 02_10_2025 Italiano English

¿Está León XIV cayendo en la trampa de las entrevistas relámpago? El pasado 30 de septiembre, al salir de Castel Gandolfo, el Papa ha sido rodeado inmediatamente por los periodistas (aquí en el vídeo de la CNA). Una pregunta de EWTN News se refería al caso del premio que el cardenal Cupich, arzobispo de Chicago, proponía otorgar al senador demócrata Dick Durbin por su compromiso a favor de los inmigrantes y en apoyo de las asociaciones católicas que trabajan en esta frontera de la acogida y la integración, a pesar de que él había ejercido constantemente un compromiso igualmente fuerte en favor de la promoción legislativa del aborto.

Volveremos en breve sobre el fondo de la cuestión, pero antes diremos unas palabras sobre esta práctica vaticana de las entrevistas de usar y tirar. ¿Son realmente útiles? Si la pregunta es trivial, la respuesta será igualmente trivial y, por lo tanto, inútil. Si la pregunta plantea un problema relevante, unas pocas palabras de respuesta serán igualmente inútiles porque resultarán insuficientes. También hay preguntas trampa, hechas expresamente para poner en aprietos. No es seguro que el Papa esté bien informado sobre ese tema concreto y, en ese caso, la respuesta será imprecisa y omitirá aspectos importantes.

¿No tiene el Papa otros instrumentos para impartir sus enseñanzas en vez de una entrevista apresurada? Y no nos referimos a dar su opinión, sino a impartir sus enseñanzas. El Papa no es un comentarista de la actualidad, no es el secretario de un partido que sale después de una reunión de la ejecutiva y es asaltado por los micrófonos y las cámaras, no es el defensor de los acusados sobre el que se construyen programas de televisión. Sin embargo, puede acabar pareciéndolo, dadas las frecuentes entrevistas improvisadas. La cuestión no es trivial, porque, en el fondo, afecta al papado, a su naturaleza y a su mejor forma de expresión.

Ante la pregunta de la periodista, el Papa León XIV se ha sorprendido y ha tenido que detenerse un momento a pensar, reconociendo expresamente que no conoce a fondo el caso (“no conozco bien el caso específico”, ha admitido). Se podría argumentar que esto es improbable, dado que en la Iglesia de los Estados Unidos hay una dura confrontación y muchos obispos han criticado ruidosamente el premio a Durbin. Pero una situación de incertidumbre en la respuesta encaja bien con una pregunta directa. De este modo, el Papa León ha dado una respuesta desordenada, con frases imprudentemente entrelazadas, comparaciones engañosas y algunas tesis fundamentales insostenibles.

En primer lugar, ha invitado a considerar “el currículum del senador en su totalidad” y a “buscar juntos la verdad sobre las cuestiones éticas”: “Creo que es importante considerar el trabajo global realizado por un senador durante, si no me equivoco, cuarenta años de servicio en el Senado de los Estados Unidos”, ha afirmado.

Ahora bien, en el currículum de cuarenta años de un senador hay intervenciones de diferente valor ético. Sin duda, hay que evaluar el conjunto de la actividad parlamentaria, pero no para legitimarlo todo, sino, por el contrario, para no legitimar con un premio público lo que no puede serlo. De ese cuadro forman parte el compromiso con los inmigrantes y el compromiso con el aborto: no se puede aplicar el primer criterio sin tener en cuenta el segundo, precisamente por el deber de tener en cuenta todo el currículum. Cuando el Papa Francisco elogió a Emma Bonino como una “gran italiana”, entregándole así una especie de premio, lo hizo por su compromiso con el desarrollo, pero olvidando su compromiso letal con el aborto. No era el caso de hacerlo, como tampoco lo es ahora con Durbin. Precisamente el llamamiento de León a considerar el currículum completo fundamenta el “no” al premio, mientras que de sus palabras parece desprenderse lo contrario. “Buscar juntos la verdad sobre las cuestiones éticas” transforma la verdad en una interpretación.

Sin embargo, las expresiones más problemáticas han sido las siguientes: “Quien dice estar en contra del aborto pero está a favor de la pena de muerte no es realmente pro-vida... Quien dice estar en contra del aborto pero está de acuerdo con el trato inhumano que se da a los inmigrantes en Estados Unidos, no sé si es pro-vida”. Si hubiera tenido más tiempo para reflexionar, si hubiera podido escribir en lugar de hablar de improviso y de pasada, sin duda habría salido otro discurso. Tomadas al pie de la letra, estas palabras suscitan cierta perplejidad.

La comparación que pone en el mismo plano la lucha contra el aborto, las políticas de inmigración y la pena de muerte parece poco fundamentada. La acción que provoca la muerte de un ser humano inocente es un mal moral absoluto e indica una acción intrínsecamente mala que nunca se debe cometer bajo ninguna circunstancia y por ningún motivo. El compromiso de gobernar con justicia las políticas migratorias y de inmigración es una indicación moral positiva que puede llevarse a cabo de muchas maneras, requiere tener en cuenta muchas variables e intereses en juego y ejercer la virtud de la prudencia. Por último, la pena de muerte siempre ha formado parte de la tradición doctrinal de la Iglesia. El hecho de que Francisco haya cambiado la doctrina, sosteniendo que ya no se corresponde con el sentir contemporáneo, no puede significar que durante siglos la Iglesia haya defendido la licitud del asesinato de inocentes, como es el caso del aborto. Cabe preguntarse también cómo se justifican estas palabras a la luz de la insistencia del Papa León en la “coherencia hasta la muerte” (por ejemplo, aquí) que debe perseguir el político católico.

Es mejor pasar por alto esta entrevista. Llamémosla un “incidente de camino”. Sin embargo, nos hace soñar con un papado sin entrevistas y un Vaticano que revisa en profundidad sus estrategias de comunicación.