San Juan Eudes por Ermes Dovico
FRAGMENTOS DEL EVANGELIO

La verdadera riqueza

Muchos primeros serán últimos y muchos últimos primeros (Mt 19,30)

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
«En verdad os digo que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Lo repito: más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de los cielos».

Al oírlo, los discípulos dijeron espantados:
«Entonces, ¿quién puede salvarse?».

Jesús se les quedó mirando y les dijo:
«Es imposible para los hombres, pero Dios lo puede todo».

Entonces dijo Pedro a Jesús:
«Ya ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?».

Jesús les dijo:
«En verdad os digo: cuando llegue la renovación y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.

Todo el que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna.

Pero muchos primeros serán últimos y muchos últimos primeros».

(San Mateo 19,23-30)

A menudo, la carrera por acumular y gestionar bienes materiales acaba ocupando por completo la existencia de una persona. Quien piensa que posee algo, ya sea rico o pobre, corre el riesgo de perder de vista la búsqueda de la auténtica felicidad, que solo nace del encuentro profundo con Dios. La razón es sencilla: solo Dios es eterno, está por encima de los límites del tiempo y de la lógica terrenal. Existe además una riqueza aún más engañosa que la económica: la espiritual, que puede volverse peligrosa cuando se utiliza para buscar aprobación o ejercer poder sobre los demás, en lugar de servirles con amor y humildad. Quien posee dones materiales o espirituales, pero los utiliza para afirmarse a sí mismo, en lugar de para el bien de los demás, se aleja del corazón del Evangelio. Por eso Jesús nos advierte: entrar en el Reino de los Cielos es difícil para quienes están demasiado apegados a lo que poseen. Y tú, ¿eres capaz de poner a Dios en el centro o estás más apegado a tus seguridades?