San Pedro Canisio por Ermes Dovico
CUCHILLOS ENTRE HERMANOS

La venganza de Pell contra Becciu sacude al Vaticano

Intercambio de veneno entre el cardenal australiano y el ex sustituto de la Secretaría de Estado, a quien le pide explicación de los millonarios pagos a Australia. Pell sospecha que estos pueden haber jugado un rol en la acusación que llevó a su detención, pero la hipótesis es improbable y Becciu responde de la misma manera.

Ecclesia 07_01_2022 Italiano English

El 2021 terminó con un intercambio de veneno entre los cardenales Angelo Becciu y George Pell. Después de otra entrevista en la que el purpurado australiano levantó sospechas no benévolas sobre él; el prefecto emérito de la Congregación para las Causas de los Santos tomó papel y lápiz y le respondió con una carta abierta pidiéndole que “se abstuviera” de involucrarlo “en el discurso público”, apelando al “respeto debido a un hermano -a un hombre- empeñado en una dura batalla que, como cristiano, incluso antes de ser acusado, no dudo en definir como verdad y justicia”.

Pell, a través de una nota del portavoz, respondió molesto, diciendo que estaba esperando a Becciu “con impaciencia para la respuesta a muchas preguntas”. La pregunta principal sobre la que el cardenal australiano quisiera una respuesta de su hermano es la que se repite en el curso de la última entrevista concedida al National Catholic Register: ¿qué hay detrás del envío de 2 millones 230 mil dólares del Vaticano a Australia durante el período en el que Becciu ocupó el cargo de sustituto de la Secretaría de Estado? El prefecto emérito de la Secretaría de Economía de la Santa Sede, en varias ocasiones, dijo que no descartaba que pudiera haber una conexión entre sus problemas judiciales en patria y la resistencia encontrada en la Curia en el momento de su mandato entre los Muros Sagrados. Ya estaba convencido de esto el día después de su liberación en la primera entrevista concedida a Andrew Bolt en Sky; y la caída en desgracia de Becciu y el inicio del proceso sobre el escándalo del edificio de Londres, parece que han reforzado esta creencia.

A pocas horas del encuentro con el Papa del cual el purpurado sardo salió sin los derechos del cardenalato, Pell lanzó una nota que no ocultaba la satisfacción por lo sucedido. Cuanto más avanzaba la investigación de los magistrados vaticanos, más reiteraba Pell sus declaraciones que ensombrecían el trabajo de su hermano sardo, dando crédito a la tesis de que “algunas transferencias bancarias fraccionarias podrían haber sido utilizadas para ‘comprar’ a los acusadores en el juicio por pedofilia”, en el contexto de los “movimientos ordenados por el entonces monseñor Becciu” (Corsera). Un escenario de historia de espías denunciado con gran énfasis por algunos periódicos italianos en octubre de 2020 y que contribuyó a dar la idea de un prelado sin escrúpulos a la opinión pública internacional, hasta el punto de propiciar la condena de uno de sus hermanos con la acusación más infame para hacerle pagar un “contraste profesional”.

Pero los graves errores que surgieron en los controles relacionados con los movimientos entre Australia y el Vaticano desde 2014 hasta hoy, deberían sugerir una mayor prudencia antes de arrojar una cruz tan pesada sobre alguien. Baste pensar, de hecho, que hace poco más de un año la Autoridad Australiana de Lucha contra el Blanqueo de Capitales (la FIU australiana, Austrac), respondiendo a una pregunta de la senadora Concetta Fierravanti-Wells, formulada a raíz de las acusaciones denunciadas por los periódicos italianos, había sostenido que en 6 años se habrían transferido desde el Vaticano a Australia hasta 2.300 millardos de dólares en más de 400 mil transacciones. Una figura monstruosa, totalmente irreal incluso para los menos expertos, pero sobre la que, sin embargo, se habían sumergido varios medios internacionales, planteando la hipótesis de que podría haber una correlación con el caso Pell.

Unos días después, sin embargo, el Austrac se vio obligado a admitir el clamoroso error: en realidad, los movimientos totales ascendieron a apenas 9,5 millones de dólares por 362 transferencias. Incluso la Policía Federal de Australia, después de que las autoridades admitieran el grave error de cálculo, hizo saber que “en relación con los pagos del Vaticano a Australia hasta ahora no se ha identificado ninguna conducta criminal”.

Los 2.230.000 dólares evocados por Pell en la entrevista con NCR y sobre los que pidió explicaciones a Becciu, demostrando que no excluyó que pudieran estar vinculados a un presunto condicionamiento de su juicio por abusos, se refieren a dos transferencias que se remontan al bienio 2017-2018 y autorizadas por el entonces sustituto. Ese dinero, que se originó en el Vaticano, terminaría en las arcas de una empresa de ciberseguridad con sede en Melbourne, Neustar. El prefecto emérito de la Secretaría de Economía pidió a Becciu que dijera el motivo del envío de ese dinero, pero es posible que la Santa Sede ya haya dado una respuesta en el comunicado del 13 de enero de 2021 sobre los datos erróneos difundidos por Austrac: el total de los 9,5 millones de dólares enviados a Australia entre 2014 y 2020 serían atribuibles a “algunas obligaciones contractuales y la gestión ordinaria de los propios recursos”. La nota se remonta a un período en el que Becciu ya había caído en desgracia dentro de los Muros Sagrados, por lo que difícilmente se puede atribuir a un intento de “encubrir” eventuales fechorías del antiguo sustituto. El cardenal sardo, además, en la carta abierta a Pell dio a conocer que la pregunta sobre los motivos de los dos traslados pretende responderla en la sede adecuada: el Tribunal de la Ciudad del Vaticano y no los medios de comunicación.

El mes pasado se publicó en Australia un libro de Gerard Henderson, “Cardinal Pell, the Media Pile-On & Collective Guilt”, en el que el autor examinó la debilidad del sistema acusatorio a nivel judicial y, al mismo tiempo, el poder de la máquina mediática que ayudó a crear el “monstruo” Pell en la opinión pública mundial antes, durante y después del juicio. El autor trató de demostrar cómo la campaña de prensa en su contra con sospechas en ausencia de pruebas jugó un papel nada despreciable en la persecución del cardenal.

En su carta, para pedir a Pell que cese los ataques públicos, Becciu se refirió a esa experiencia, recordándole que debería haber conocido “los dolores de una acusación injusta y el sufrimiento que debe soportar una persona inocente durante un juicio”. No sabemos si Becciu es culpable o no de los crímenes en su contra en el juicio por el escándalo de Londres, pero no hay duda de que las sospechas de su presunta responsabilidad en la acusación contra Pell, difundida a través de la prensa (incluso antes de ser comprobado por un Tribunal) terminen por influenciar negativamente su imagen pública (y también aquella de la Iglesia que estuvo en la cúpula, además de la justicia australiana). Si la acusación sobre el dinero enviado a Australia resultara del todo infundada, sería aún más amargo tener que cerciorarse de que fueron precisamente los que tuvieron que someterse al mismo tratamiento en carne propia.