San Columbano por Ermes Dovico

FRAGMENTOS DEL EVANGELIO

La conversión permanente

No te extrañes de que te haya dicho: “Tenéis que nacer de nuevo”. (Jn 3, 7b)

En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: No te extrañes de que te haya dicho: “Tenéis que nacer de nuevo”; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu». Nicodemo le preguntó: «¿Cómo puede suceder eso?». Le contestó Jesús: «¿Tú eres maestro en Israel, y no lo entiendes? En verdad, en verdad te digo: hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero no recibís nuestro testimonio. Si os hablo de las cosas terrenas y no me creéis, ¿cómo creeréis si os hablo de las cosas celestiales? Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.  (Jn 3,7b-15)


El camino indicado por Jesús a Nicodemo es el de la conversión, que consiste en un verdadero  renacimiento. Los pasos que hay que cumplir en el camino de la conversión son imposibles de llevar a cabo solo con nuestras fuerzas humanas, incluso cuando se está convencido de su bondad. Es necesaria la asistencia del Espíritu Santo. Y nosotros, ¿nos damos cuenta de que cada día nos debemos convertir siempre más a Dios y a su voluntad? ¿Pedimos para esto la ayuda de la Gracia divina, o nos fiamos solo de nuestras fuerzas?