HACIA LA PASCUA / 2

Jesús, el Rey sufriente que vence al mundo

Viernes Santo: entre la flagelación y la crucifixión, Jesús es coronado de espinas. Así, incluso quienes se burlan de él y lo ignoran afirman su realeza. Lo visten con una túnica púrpura que contiene en sí simbólicamente otra llamada a imitarle, hasta derramar sangre por amor.

Ecclesia 07_04_2023 Italiano English
Cristo crucificado (Velázquez_ritaglio)

Publicamos a continuación la segunda parte (véase aquí la primera parte) de la exégesis del jesuita Padre Cornelio a Lapide (1567-1637) sobre la coronación de espinas de Jesús.

***

Simbólicamente, san Bernardo dice: “Aunque lo coronan entre burlas, sin embargo, en sus burlas ignorantes confiesan que es un Rey coronado. Por eso se muestra como rey ante quienes no le conocían”. Y san Agustín dice: “Así, el Reino que no era de este mundo venció al mundo orgulloso, no con una encarnizada lucha, sino con humilde sufrimiento. Jesús, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura, [no apareció] resplandeciente de poder, sino abrumado por las aflicciones”.

“La púrpura”, dice de nuevo Elias Cretensis, “exhorta a los buenos gobernantes a estar dispuestos a derramar su sangre en beneficio de sus súbditos”. Por eso, la púrpura se le da a los cardenales para recordarles que han sido llamados a derramar su sangre por la Iglesia; y san Germano dice que el manto de púrpura y la corona de espinas que se le pusieron [a Jesús] antes de su crucifixión aseguraban la victoria a Aquel que dijo: “Tened buen ánimo, yo he vencido al mundo”. [Pseudo] Atanasio dice: “Cuando vistieron al Señor de púrpura, se levantó un trofeo invisible sobre el diablo. Colocar los ornamentos del triunfo sobre Aquel a quien habían golpeado con burla y escarnio supuso una maravilla extraña e increíble y, sin duda, un signo de gran victoria. Él se dirigió hacia la muerte de esta manera, para demostrar que conseguiría la victoria expresamente para nuestra salvación”. [Pseudo Atanasio] también subraya que Cristo fue coronado de espinas para devolvernos el árbol de la vida y para curar las aflicciones de este mundo, cargándolas todas sobre sí.

Godofredo de Bouillon se negó a ser coronado rey de Jerusalén por este motivo, porque no era apropiado para un rey cristiano llevar una corona de oro en la misma ciudad donde Cristo había llevado una de espinas.

Y una caña en su mano derecha (Mt 27, 29).

Esta caña, que representaba Su cetro como Rey de los judíos, era una cosa frágil, inútil, mezquina y ridícula. Se describe como una caña lisa con la parte superior lanuda.

E hincando la rodilla delante de él, se burlaban de él, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos! (Mt 27,29)

Nótese aquí todo lo que se hizo como broma. Reunir a toda la cohorte como un ejército de asistentes. Su trono, una piedra o un asiento, levantado como un tribunal. Su corona era de espinas, su manto una clámide escarlata, su cetro una caña; en lugar de los aplausos del pueblo recibió la burla de los soldados; recibió los escupitajos, los golpes y los azotes. Cristo soportó todo esto con humildad y paciencia divinas, y mereció así que “al nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra; y toda lengua proclame que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”. (Flp 2, 10-11).

Cabe señalar que Agripa fue insultado poco después en Alejandría exactamente de la misma manera.

Le escupieron, tomaron la caña y le golpearon en la cabeza (Mt 27, 30).

Culpable de haber aspirado con presunción a convertirse en rey de Judea; para clavarle aún más firmemente en la cabeza la corona de espinas. Los peores insultos y los dolores más crueles fueron inventados por los demonios más que por los hombres, dice Orígenes. “No un solo miembro, sino todo el cuerpo sufrió estas atroces heridas”, dice san Juan Crisóstomo.